Narra Andrés:
Estar en casa es el sentimiento más hermoso del mundo. Y, más aún, ahora que lo comparto con mi preciosa Ana. -Bienvenida a mi casa, mi niña.- le dije, abrazándola mientras que entrábamos y nos instalábamos en la sala. -¿Cómo vamos a dormir?- me preguntó Anita por lo bajo, apenada de pedirme que durmiéramos juntos. -Tranquila, yo lo arreglo.- puntualicé. -Mamá, voy a instalar a Ana en mi cuarto. Ya bajamos.- dije y, sin esperar nada, tomé la mano de mi hermosa mujer y la guié hasta el que fue mi cuarto durante 12 de mis años. -¿Vamos a dormir juntos?- preguntó tímida. -Claro que sí. No quiero que pases frío por la noche.- intentaba tranquilizarla. -¿Y tus papás están de acuerdo?- me interrogó con dureza. -Claro que sí, tontita.- realmente, ni siquiera les había preguntado pero, ya a estas alturas de mi vida, poco tienen que regañarme. -¿Estás bien, nena?- pregunté, al verla al borde de las lágrimas. -Nada... Te prometo que estoy bien.- me dijo, mientras que una lágrima recorría su mejilla. -¿Necesitas estar sola, amor?- Ana miraba al vacío, con los ojos llenos de lágrima, perdida. -No me dejes.- repentinamente, me abrazó con desesperación, empapando con sus lágrimas mi camiseta azul. -Andrés... No puedo sacarme de la cabeza la imagen de Sandro encima de mi...- dijo, apretándose contra mi. -Al cerrar mis ojos aún puedo sentir sus dientes clavándose en mi piel...- al instante, comencé a llorar. -Déjalo salir, te escucho, amor.- dije, intentando que sintiera mi apoyo. -Me duele respirar, sentir como se infla mi pecho y saber que mis senos están llenos de sus marcas...- Ahora nuestras lágrimas bailaban a un mismo son. -Me pesan las piernas y los brazos, que están llenos del recuerdo de ese día. Ya no soy una mujer entera.- escucharla así me partía el corazón en mil pedazos. -Yo me encargaré de reconstruirte, desde 0, si es necesario, mi niña.- tranquilizarla era lo único que podía hacer en estos momentos. -Nunca te vayas, mi amor.- me suplicó. -Te prometo que jamás me iré, mi niña. Lo mejor, de tu mano, siempre está por venir.- le dije, sacando todo el amor de mi corazón.
Luego de limpiar sus lágrimas y ayudarla a instalarse en mi cuarto, la observé como miraba anonadada las paredes, las cuales se mantenían cubiertas por pósters de jugadores del Albacete y del Barcelona, junto con una que otro foto mía de niño. -Te ves contento en ésta.- dijo Ana, apuntando a una fotografía en que aparecía junto a mis padres en la entrada de la Masía. -Es de los primeros días que estuve en Barcelona. Mis papás casi siempre iban una vez al mes, llegaban por la tarde, cenaba con ellos y al día siguiente me acompañaban al partido o íbamos a desayunar. Después, yo me quedaba ahí y ellos regresaban aquí.- dije algo nostálgico. Recordar las noches de soledad, en que me escondía para que nadie me viese llorar, no es de los recuerdos más bonitos que tengo de la Masía. -Ya después apareciste tu y pues ya no estoy solito.- dije, aliviando la tensión. Ver a Ana sonreír mientras recorre mi habitación es una bendición. Lo que dije es cierto, estoy consiente de que no se siente completa tras lo sucedido, por lo que yo me encargaré de ayudarla a reconstruirse tanto como ella lo necesite. No importa que me lleve una vida entera.
-¡Andriu!- escuché que me gritaba a lo lejos Maribel. -¡Mande!- respondí, recordando aquellos días de infancia en que así nos comunicábamos de habitación en habitación. -¿Vienen a comer o se van a quedar aquí?- preguntó. En otros tiempos, en otros momentos, seguramente me habría gustado quedarme solo con Ana, llevándola a conocer el pueblo, a mis amigos que aún viven aquí, incluso a la pista polideportiva de la escuela, donde crecí jugando. Pero, dadas las circunstancias, y más aún sabiendo que Ana necesitaba distracciones, le susurré al oído -¿Quieres probar el gazpacho más rico que existe? Lo preparan mis abuelos.- mientras le sonreía. -Por supuesto, lo que tu quieras hacer, Quesito.- escucharla más relajada era una verdadera alegría. -¿Quieres probar el vino de la Bodega que está aquí en el centro? Es delicioso, hasta para mí que no soy fan del alcohol.- complementé. Ana asintió y me sonrió. -¿Dónde vamos a comer?- me preguntó nerviosa. -Necesito saber que ponerme.- completó. -Así te ves hermosa.- dije, admirando su conjunto. La vi sonrojarse y sonreí sabiendo que, poco a poco, Ana regresaría a ser la de antes. -Entonces así me voy.- dijo y cerró la maleta. -¿Mi lady?- comenté coqueto, tendiéndole el brazo. Lo aceptó con una sonrisa y caminamos hacía abajo, encontrándonos con mis papás, Mari y Juanmi, mi cuñado. -¡Juanmi!- lo abracé efusivamente, impregnando mi nariz de la loción de quien se robó el corazón de mi querida hermanita. -¡Fantasmita!- escucharlo decir mi apodo me daba risa. -Juanmi, te presento a Ana Rodríguez, mi novia.- Anita se acercó y recibió dos besos, uno en cada mejilla, por parte de mi cuñado. -¡Mucho gusto! ¿Barça?- preguntó cordial -¡Por supuesto! ¡Pero si hasta es extremo del Barça Femenino!- interrumpí rápidamente. -¿A poco aguantas a este aburrido?- comentó con risa a lo que Ana me abrazó por la cintura. -Es mi aburrido.- respondió riendo, causando que el resto de la familia se uniera a las risas. Poco a poco, verla sonreír, me hacía saber que todo iría a mejor.
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Sueño en Barcelona: Volumen 2
Genç Kurgu*La siguiente historia está ambientada en 2014, con una línea del tiempo alterna. Se presentan algunos personajes ficticios y otros reales, sin embargo, los hechos aquí mostrados son en su mayoría ficticios o alterados.* ¡Hola! Somos Ana y Andrés, ¿...