¿Sabes ese instante en el que te das cuenta de que la estás cagando?
Pero cagándola de verdad, mucho.
Me he pasado la vida siendo el hijo perfecto, un novio magnífico, un estudiante de diez y un trabajador ejemplar. No me he permitido nunca ningún tipo de fallo o error y eso, al final, me ha trastocado.
Es evidente que necesito ayuda o un cambio radical en mi vida, en mi forma de ser y actuar, pero no sé por donde empezar.
Tal vez mandando mi trabajo a la mierda.
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El señor Rogers parece una berenjena a puntito de estallar, está gritándome y agitando como un loco mi carta de renuncia en su mano.
No le ha sentado muy bien.
Mi cabeza ha desconectado por completo de la situación, la decisión ya está tomada y por mucho que este viejo bulldog me grite y escupa no voy a cambiar de parecer. Estoy harto de ser su esclavo y de comerme los marrones de otros, que se apañe.
Sé que sus intentos por retenerme no van a cesar, así que simplemente le dejo ahí plantado gritándole a su sombra.
Paso por mi mesa y empiezo a recoger mis cosas, no son muchas, un par de bolígrafos y cuadernos con notas, una taza con un gato pintado en ella, un pequeño marco con una fotografía de mis padres y por último, el señor Chiskitos, un muñeco de trapo la hostia de feo y desgastado que me regalo una niña cuando logre que declararan a su padre inocente.
Sí, soy abogado.
Cojo una bocanada de aire y lo suelto, ya está hecho. Soy libre. Arrastro mis pies y mi culo hacia el ascensor, no me despido de nadie, no se puede decir que tuviera precisamente amigos en el gabinete, aquel lugar era y es una jauría de hienas.
Creo que lo único que voy a echar de menos de Vancouver son sus restaurantes y tener cerca el mar. Oh mierda, voy a pasarlo muy mal sin los sándwiches de carne ahumada, me han salvado más de una comida.
Me meto en mi vieja camioneta, una Ford de 1980 que herede de mi padre, dejo en el asiento del copiloto todos los objetos personales que cargo, meto la llave en el contacto y arranco. Durante el camino a casa no puedo evitar pensar que la he jodido dejando el trabajo, tengo ahorros, pero no van a mantenerme el resto de mi vida, no tengo tanto dinero, ojalá.
Intento no agobiarme y pensar en lo positivo de mi decisión: voy a mudarme a Folk, el pueblo donde crecieron mis padres y donde vivieron mis abuelos. Solo he estado un par de veces cuando era pequeño y apenas me acuerdo de nada. Cuando llegue allí lo primero será instalarme y después buscar algún trabajo, me da igual de lo que sea, pero, por favor, que sea reactivo.
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Mi madre me está esperando en la puerta de casa, va cargada de una bolsa de tela que parece pesar un poco, al verme me abraza y me sonríe, sabe lo que he hecho.
— No podía permitir que te fueras sin llevarte esto — Dice tendiéndome la bolsa que carga
La cojo y miro el interior, son varios tuppers con comida, distingo tarta de mantequilla y salmón glaseado con sirope de maple entre otras cosas. Adoro a mi madre.
— Gracias mamá.
—¿Qué tal se lo ha tomado tu jefe? — Pregunta mientras abro la puerta de casa y me sigue por el pasillo.
Me encojo de hombros y suspiro, parece que ese gesto es suficiente respuesta para ella porque no insiste. Mi madre me ayuda a preparar la "mudanza", que consiste en un par de maletas y tres cajas con libros y otros objetos. Cargamos todo en la parte trasera de la camioneta y lo cubro todo con la lona que allí guardo.
Volvemos dentro de casa y cocinamos juntos, hacía tiempo que no lo hacíamos y no puedo evitar tener una sensación cálida en el pecho.
La voy a echar de menos.
Comemos mientras comentamos temas de poca relevancia y nos reímos de alguna anécdota tonta donde mi padre suele ser el protagonista. Es un poco payaso y uno de los mejores hombres que he conocido, también es un buen médico. Llevo varios meses sin verle, supongo que, para acción de gracias podría ir a visitarles.
Y si tengo suerte tal vez este año pueda llevar a alguien conmigo, aun que a quien quiero engañar, soy un negado para las relaciones románticas. Como mi hermana Lara dice "Un desastre con patas, que no se caga encima gracias a la única neurona que tiene", es una cabrona, pero una cabrona muy lista. Lleva ya dos años viviendo en la otra punta del mundo, en un pueblecito rural perdido por Alemania. Es redactora jefa en una revista de misterio y cultura, se casó y tiene dos hijos, y siempre ha hecho y desecho las cosas como le ha dado la gana sin preocuparse por el que dirán los demás. Me da un poquito de envidia.
Mi madre no tarda en marcharse, termino de recoger la mesa y limpio los platos, no hay mucho más que hacer. La casa esta en orden y en silencio y parece gritarme "LÁRGATE DE UNA VEZ". Me aseguro de que todo está cerrado y echo un último vistazo antes de ponerme la chaqueta y salir fuera, me monto en mi camioneta, cojo aire y arranco el motor, allá vamos.
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Sabor a canela y miel.
RomanceDean está harto de su vida en la gran ciudad. En un arranque de locura (o tal vez de lucidez) decide mandarlo todo a la mierda, subirse a su vieja camioneta y mudarse a un pequeño pueblo perdido en las montañas llamado Folk. Allí conocerá a Luke y a...