Kilómetro cero

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No soporto ver la vida de lejos, me agobia no poder tenerla bajo control. La cercanía me da calma, me da seguridad.
Es por esto que prefiero hablar las cosas importantes en persona, por esto no me gustan las clases a distancia y mucho menos las relaciones.

Pero, por suerte o por desgracia, la vida es a veces muy irónica. Porque aquí estoy, en plena pandemia mundial, dando clases online, teniendo conversaciones importantes por teléfono; y sí, en una relación a distancia.
Unos cuatro mil kilómetros, aunque la distancia no es lo único que nos separa. Madrid-Gaza, del corazón de España a la llamada la mayor cárcel del mundo.
Demasiada ironía.

¿Sabéis que es más irónico? A mí siempre se me ha notado lo que siento. No puedo aguantarme ni una sonrisa ni una carcajada, ni una cara de "no estoy entendiendo nada" ni una miraba de desagrado y mucho menos unas lágrimas.
Siempre he sido de lágrima fácil y más cuando mi madre me dijo que llorar era bueno para los pulmones y que las lágrimas te regaban las pestañas. Supongo que por eso tengo las pestañas largas o es por eso que no soy de reprimirme el llanto, ni en público. Emoción, alegría, tristeza, rabia, impotencia, amor, desamor, fuerza, risa... en las lágrimas, con lo minúsculas que son, cabe todo, hasta los sentimientos a los que ni un nombre sabemos poner.
Pues Badir, es como la luna, solo es de mostrar su lado iluminado. Por similitud, siempre he pensado que la única manera de conocer su lado oscuro sería llegando a pisar La Luna, llegando a él.

Pensándolo mejor, hoy en día no necesitamos ir a un lugar para conocerlo, solo necesitamos que alguien este en ese. Y justo lo descrito es lo que iba a suceder. Una parte de mí iba a estar encerrada en la Franja de Gaza y la otra encerrada en el resto del mundo queriendo estar ahí.

Separados por la Franja.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora