El Mito de Narciso.

26 0 0
                                    


__________________________________________________________

 ¿Un joven vanidoso muriendo ahogado por su enamoramiento? ¿Por que iba ser un castigo encontrar a tu verdadero amor? 

________________________________________________

Era tarde para el perfeccionado joven arrepentirse de lo que acababa de hacer, el único requisito que cumplía su existencia, incumplido. 

No era en vano, se lo merecía, Némesis no soportaba la existencia de alguien tan miserable, y no le apenaba en lo absoluto acabar con tal bella escultura echa a partir lo que acabaría con el.

Tras destrozarle el alma a la joven Eco, pisotear el orgullo del patético Amaináis, y tras todos los demás incautos que alimentaron su ego, quienes ahora pedían su sangre.


Ahí estaba el joven de cabellos castaños, brillantes, rizados, cayendo frente a sus ojos  aceitunados, ahora, cristalizados entre lagrimas saladas. Sus labios, rosados y pomposos como cerezos, mojados por el agua del rio en la que se estaba reflejando, en la que había encontrado a la única persona que el destino quería que amara, desvaneciéndose entre las ondas provocadas de sus temblorosos movimientos.

Estaba destrozado, al fin había conocido el rechazo, del dolor  había saltado hacia  atrás, chocando contra un árbol que detuvo su huida. Comenzó a abrazarse a si mismo, limpio sus lagrimas mojando sus mejillas rojizas, repasando el contorno delgado y redondo de su rostro, admirándose.

No se detuvo ahí, entre sus tenues sollozos acaricio sus cabellos, su cuello, sus hombros... Nunca antes se había dedicado tiempo para averiguar que era aquello que alteraba a tantas personas a su alrededor, quería descubrir ahora a su enamorado.

Continuo, acaricio su delgado y ligeramente musculado torso, su piel era como la hoja de un árbol, delicada, sin rastro alguno de cicatrices, era de un color pálido. Toco sus piernas, largas y suaves , e incluso , en un atrevimiento araño pícaramente sus muslos, esta ultima acción fue el detonante de que su voz, masculina y dulce por igual  emanara un jadeo.

Nadie le había tocado de esta forma, nadie debía verle o tocarle de esta forma mas que el mismo, era su propio dueño, estaba enamorado de su ser, el mas repulsivo de los amores.

Estaba extasiado, jamás había sentido esto, su castigo se volvió su bendición y perdición por igual, dejo de aguantarse o disimular las ganas de descubrirse mas.

Se libero de sus prendas, dejando las togas, sandalias y armamento a un lado, se sentó en la orilla del rio y ahí, donde pudiera ver su rostro en el rio, llevo tímidamente una de sus manos a su virilidad desnuda, acariciando su extensión con sus dedos, era novato pero que importaba, estaba para conocer mejor que nadie sus propios puntos débiles. Jugueteaba consigo mismo, humedecía con las gotas del rio la punta de su glande como suaves cosquillas, tomaba su prepucio para moverlo por alto y bajo, probaba mas lento, mas rápido, apretando y aflojando, se pellizcaba, se mordía el labio inferior y lo admiraba, sus piernas temblaban.

Su mano libre jugueteaba con su sensibilidad, se deslizaba por su abdomen, lo araño suavemente para sentir calor en su piel, apretaba sus hombros, incluso con cuidado apretaba su cuello, dejándose pequeñas pero notables marcas de su extraño jugueteo, su espalda se curvaba entre espasmos, su piernas se apretujaban y su cadera embestían su propia mano, era de locos. 

El lloriqueo en sus ojos avergonzados tenia un nuevo significado, estaba tan cargado de nuevos sentimientos que sentía que su cuerpo no los podría soportarlo, así como no podría aguantar mas su necesidad de terminar, no se estaba dando cuenta, pero su voz rota y llena de lascivia rebotaba por todo el bosque, gracias a lo que había quedado de aquella pobre ninfa a la que había rechazado, ahora se burlaba de su muerte utilizándola para escuchar sus propios gritos lujuriosos.

Estaba a punto, su cuerpo estaba sudado y mojado, su peinado despeinado, sus labios rojos y babeados de mordiscos. Sus movimientos dejaban de tener sentido, estaba dejándose llevar como el agua entre sus espasmódicos y penosos movimientos.

Acabo, sobre su abdomen, sobre sus muslos, incluso parte de su rostro al querer admirarse mejor, había tenido su primer orgasmo con su primer amante en su primera vez.

Había quedado exhausto, en la orilla del rio, cayo dormido acariciando su mejilla. El semen que resbalaba de su cuerpo, caía al pasto, siendo la semilla de aquella icónica flor blanca.

Arriba de el, muy desde los cielos, los dioses reían burlescamente del penoso espectáculo que presenciaron, todos a excepción de una, no había mas que asco, decepción y ira en el rostro de Némesis.

________________________________________________ 

Que les pareció? muy largo? muy pretencioso? estaré escuchándoles, Hefesto se despide.

_____________________________________________________



Antique Burdel,El Prostíbulo Griego.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora