Shoto se sentía vacío.
Por eso cuando esa noche de invierno llego luego de un helado día de jornada de estudio, estar un solo momento entre sus brazos lo hizo sentir cálido.
En ese momento realizo la pregunta que nunca imagino que saliera de su boca...
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Shoto siempre se sintió solo y vacío desde que puede recordar. El ser apartado la mayor parte del tiempo de sus hermanos, con los desprecios de su madre y contra la estricta crianza y carácter de mierda del sujeto que se hace llamar su padre.
Había veces que deseaba desaparecer y no dejar ningún rastro de su existencia, porque simplemente todo a su alrededor parecía no tener algún color.
Bajando las escaleras que se encontraban ligeramente llenas de una fina capa de nieve. La tarde empieza a terminar, los colores anaranjados del atardecer aún no desaparecen completamente, lo último que queda de ellos se refleja en las ventanas de la punta de enormes edificios.
Mueve la bufanda para tapar su nariz y evitar así pescar un resfriado. Su mirada se encuentra perdida en sus pies, bajando despacio los escalones teniendo cuidado de poder resbalar, frota sus manos en sus brazos buscando tener un poco de calor.
No sabía el pronóstico exacto, pero podía adivinar que la noche sería helada... otra vez.
A pasos lentos y perezosos, llegó a la estación del metro para tomar un bus para poder llegar a las instalaciones de la escuela.
Había estado todo el día en la agencia de su padre y eso fue jodidamente estresante y frustrante, estar encerrado en una pequeña habitación corrigiendo y creando papeleo que no le correspondía. Bajo la fuerte mirada de su padre haciendo el trabajo de manera correcta que le exigía con su fuerte aura; con el escritorio lleno de papeles lo estuvo manteniendo ocupado y cierto modo aturdido, olvidándose de un momento de la estación de invierno que estaba en el exterior.
Miraba los a dentro del vagón notando que estaba vacío, todos los asientos se encontraban libres, ya pasando las puertas tomo el asiento más cercano. Acomodo su mochila en los muslos de sus piernas, su mirada se levantó para toparse así mismo en el reflejo de la ventana enfrenté suyo, mostrando el vidrio empañado por la nieve y el helado clima del exterior. Los pequeños copos de nieve chocaban contra el tren pintando de manera chistosa y decorando los vidrios.
La calefacción del transporte lo hizo sentir somnoliento, pero no suficiente para dormirse.
Poco a poco las personas empiezan a llenar el vagón. Todos traían puestos enormes abrigos que los cubrían del frío, frotándose con rapidez los brazos buscando el reconfortante calor.
Las parejas que vienen juntas se sientan cercas para tomarse de la manos y poder recargar su cabeza en el hombro de su pareja. Se ven felices sonriendo mutuamente, disfrutando de la compañía del otro.
Solo eso provocó que se encogiera más en su sitio, como si el simple hecho de presenciar que los demás podían hacerse demostraciones de cariño sin miedo a ser juzgados o rechazados, le causará un enorme ataque de pánico.
