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Se escuchó la vieja puerta principal correrse, anunciando la llegada de alguien.

Kaigaku, que dormitaba acostado en el suelo, escuchó perfectamente el ruido de la puerta al abrirse, sin embargo, no se movió ni un milímetro. Sin embargo, Jigoro (mayormente conocido como "abuelo" para el joven Zenitsu) inmediatamente levantó la vista del libro que leía en esos instantes.

El anciano escuchó atentamente, esperando a que Zenitsu anunciara su llegada, con alguna queja o algún lloriqueo añadido. Para sorpresa del antiguo pilar, nada de lo mencionado antes ocurrió.

Por tanto, se preocupó, y dejó su libro a su lado. Este fue tomado poco después por Kaigaku, que lo ojeó con desinterés, mientras bostezaba.

—Zenitsu, estamos en el salón —informó Jirgoro, con aquella voz cascada por la edad. Su preocupación aumentó cuando no obtuvo respuesta.

No era propio del chico amarillo ser tan silencioso. De hecho, era todo lo contrario: cuando Zenitsu se perdía de pequeño por el bosque de melocotoneros y Kaigaku debía ir a buscarlo, el mayor de los dos advirtió que donde más barullo y ruido había era donde solía encontrarse el pequeño Agatsuma. Ya fuese porque estaba en medio de un berrinche, de una llorera o simplemente estaba quejándose por los estúpidos melocotones que caían continuamente a su alrededor. Y obviamente estos no eran lanzados por Kaigaku para entretenerse fastidiando al niño, por supuesto que no.

Retomando el silencio que reinaba en la casa del viejo pilar del rayo, Kaigaku ladeó también ligeramente la cabeza en dirección a donde estaría la entrada principal. No estaba preocupado, ni mucho menos, pero aquello era sin duda inusual.

—Kaigaku, ¿sabes de dónde viene Zenitsu?

El apelado pareció hasta ofendido por la pregunta. Miró con desdén al anciano.

—¿Yo? ¿Y a mí que me importa donde estuviese?

El viejo pilar encaró al joven con una mirada que hizo temblar un poco (aunque nunca lo admitió) a Kaigaku en su sitio.

—Deberías ser más atento con Zenitsu, Kaigaku.

El muchacho se limitó a resoplar, irritado.

—¿¡Por qué lo haría!? Es un debilucho. Y además insufrible, es una pérdida de tiempo estar con él.

Las palabras que emanaban de la boca del joven iban cargadas de pura acidez y amargura.

El anciano le dedicó una mirada seria, pero sabia. Aquellas que se supone que tienen los filósofos plasmadas en el rostro justo antes de soltar "la frase":

—Porque solo os tenéis en este mundo él uno al otro.

Kaigaku apartó la vista de nuevo a su libro, derrotado, e incapaz de sostenerle la mirada a su mentor.

Jigoro sabía que había tocado una parte delicada del corazón del joven. Si es que tenía corazón, porque había días que de verdad hubiese apostado su pellejo a que no.

Solo. Sí, esa era la mejor palabra que definía la situación de Kaigaku en esos momentos. Tal vez no físicamente, pero sí emocionalmente. Para él, las relaciones eran una pérdida de tiempo. ¿De qué sirve encariñarse con alguien, si al final todo queda en lo mismo?

Había hecho de su soledad una compañera, de su crueldad una amiga y de su cobardía su peor enemiga.

No obstante, él era un cobarde. Tan cobarde que odiaba su debilidad. Tan cobarde que odiaba a Zenitsu porque temía que lo superase en cualquier momento. Tan cobarde que odiaba su propia inseguridad. Tan cobarde que consideraba su sentido de la justicia razonable. Tan cobarde que se odiaba a sí mismo.

🍑 ;; 𝙄 '𝙢 𝙨𝙤𝙧𝙧𝙮, 𝙖𝙣𝙞𝙠𝙞 » 𝑍𝑒𝑛𝑖𝑡𝑠𝑢 & 𝐾𝑎𝑖𝑔𝑎𝑘𝑢Donde viven las historias. Descúbrelo ahora