Introducción: Primera caída de la oscuridad.

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El aire que les rodeaba estaba lleno de energía resentida. La montaña se asomaba como un verdugo que espera alegremente una nueva víctima. Varios cultivadores volaron a través del cielo sobre sus espadas. Uno de ellos sujetaba con fuerza a alguien. Ese alguien vestía la notable túnica púrpura que pertenecía a la reciente diezmada Secta Yunmeng Jiang. Incendiado por su llamado desafiante hacia el "gran" y "poderoso" Qishan Wen.

El cultivador que lideraba la comitiva, vestido con una túnica de temática solar propia de un joven señor, divagaba con nefasto regocijo sobre el destino del joven heredero de Yunmeng Jiang, Jiang Cheng.

—¡Mira dónde estamos ahora, Jiang Wanyin!— dijo Wen Chao hacia la figura sin vida sostenida con fuerza por su fiel sirviente, Wen Zhuliu.— ¿Sabes dónde estás ahora? Esto es el Túmulo. Dicen que los espíritus inquietos de aquí están tan resentidos que cualquier cosa o persona que entre ya no puede salir. ¿Qué destino te espera?— se rió. Jiang Cheng no le respondió. Demasiado débil por las torturas que le infligieron y demasiado entumecido por el vacío del que fue su Núcleo Dorado, que yacía sobre su pecho. Al menos, su hermano y su hermana se habían puesto a salvo...

Aunque no pudiera volver a unirse a ellos...

Incluso él era demasiado débil... Demasiado inútil... Siempre... El segundo mejor... Nunca es suficiente...

Una bofetada en la cara sacó a Jiang Cheng de sus pensamientos. Wen Chao le miraba con una mezcla de asco, crueldad y burla.

—Tsk.. Tsk...Tsk... ¿No escuchas a la gente? ¿Cuán de arrogante te crees que eres? ¡Por eso tu secta merece arder!— Las palabras que salieron de ese bastardo provocaron una pequeña oleada de rabia. Dirigió su mejor mirada al imbécil responsable de las numerosas muertes de su familia y de su secta.— ¡Hmph! No importa.— Wen Chao se burló.— Planeaba hacer que Wei Wuxian fuera arrojado aquí por su insolencia, pero supongo que tú eres la segunda mejor opción. Al final, no quedará nada de ti y cuando finalmente arroje a ese tonto de Wei Wuxian aquí, ¡no encontrará más que tus huesos aquí! ¿Qué? ¿No tienes nada que decir en tu favor? ¿No hay palabras de piedad? Podría inclinarme a escucharte.— dijo en tono burlón.

La mirada de su prisionero bajó, pero su boca masculló algo. Irritado, Wen Chao gritó:

—¿Qué fue eso? Di más alto o es que tú también te has vuelto inútil para hablar.

Jiang Cheng levantó la vista, con los ojos como una tormenta furiosa que no ofrece piedad.— He dicho... ¡Que el mismísimo infierno venga a reclamar tus cenizas, porque te mataré a ti y a tu puta secta que la propia Muerte tendrá que arrancarme de ti!.— maldijo.

La ira se hinchó dentro de Wen Chao.— ¿Te atreves a maldecirme? Verdaderamente tus inútiles padres muertos nunca te enseñaron a respetar a tus superiores!— y ordenó a Wen Zhuliu que arrojara a Jiang Cheng al abismo.

Y el Túmulo ha reclamado otra alma inocente a la oscuridad.

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