Para cuando regresó al que ahora era su hogar, el sol aún no había salido y decidió tirarse donde antes había yacido a seguir escuchando el sonido de las brasas rompiendo el silencio nocturno. La luz de la luna entraba por la ventana, pero Liseth solamente podía admirar el fuego, como si éste la hubiese hipnotizado.
No estaba cansada; era imposible que volviese a estarlo jamás. Quería dormir, pero hacía meses que lo máximo a lo que llegaba era a quedar atrapada en una especie de limbo. Cualquier mínimo sonido, aunque fuese en la lejanía, en el bosque, la hacía abrir los ojos de par en par.
Añoraba dormir. Echaba de menos cerrar los ojos ahogada en su propio cansancio y despertar tras unas horas de sueño reparador, como nueva y con energías para afrontar un día más de su vida. En cambio, en la actualidad, se levantaba enfadada porque era incapaz de soñar y eso, cuando estaba viva, era algo que le encantaba pues de ahí surgían increíbles historias que podía contar animadamente a sus allegados.
Ahora, no tenía allegados, pues se había visto obligada a aislarse.
Ahora, no tenía sueños que contar, pues nunca dormía y no volvía a encontrarse con Morfeo por más que lo intentase.
Ahora, había perdido la emoción por un nuevo día pues, de eso, ya sabía que no habría fin.
Aquello la decepcionaba enormemente. ¿Qué podía hacer para solucionarlo?, se preguntaba a pesar de saber la respuesta a la perfección: nada.
Su mente divagaba infinitamente cada vez que aquel tema se antojaba de ser protagonista de sus pensamientos, provocándole un gran enojo. Entonces, cavilaba sobre la situación, lo que había sido y lo que era. La conclusión a la que llegaba era que añoraba su humanidad, ni más ni menos.
¿El resto de vampiros se sentirían como ella? ¿Sería posible que no fuese la única que pensase de aquel modo? Sin duda, no había conocido a ninguno que pareciese compartir aquel sentir, pero sí sabía de una mujer que anheló volver a ser humana: Elisé.
Recordando la leyenda que la traía de cabeza, pensó en la fémina vestida de negro, como sus sentimientos y sus deseos, que recorría las oscuras callecillas en busca de venganza, siglos atrás. Elisé había odiado su nueva condición con lo que quedaba de ella, ignorante de que aún conservaba un pequeño pedazo de su alma que podía llegar a ser su perdición. Buscó sin descanso al maldito que había escapado de ella, noche tras noche, incluso abandonando su necesidad de sangre para mantenerse en pie con la imagen joven, atractiva y fresca que lucía. Se decía a sí misma que poco le importaba perder apariencia si lograba matar a aquel ser despreciable.
Elisé perdió parte de sí misma en aquella búsqueda, pues los restos de quien una vez fue comenzaban a pudrirse desde el mismo centro, convirtiéndola en una reina de la oscuridad embebida de rabia. Pronto, su cabello perdió el hermoso brillo que lo caracterizaba, su piel empezó a evidenciar el paso del tiempo y sus facciones se tornaron cansadas, a pesar de no sentirse de ese modo. Palideció más si cabe, comenzó a encorvar la espalda levemente y sus ojos mostraban cuán dañina había sido aquella maldición que le habían impuesto al morderla.
No podía verse en los espejos, pero se veía reflejada en los ojos de las víctimas que comenzó a dejar tras ella. Ahí, se veía desgastada y envejecida y se desagradaba hasta límites insospechados. Se alimentaba solamente cuando era estrictamente necesario, aunque, paulatinamente, recurrió a ello con mayor frecuencia, con la esperanza de recuperar su aspecto. Cada semana, cerca de dos decenas de humanos sucumbían a sus garras, aunque solamente uno lo hiciera a sus colmillos. Había empezado a gozar de matar sin sentido, quizá movida por la ardiente lava que parecía burbujear en su interior y que se debía, sin que ella tuviese consciencia de ello, a la avaricia que se había adueñado de aquella pequeña fracción de alma que residía en el armazón desvencijado en que se estaba convirtiendo.
El anhelo por los beneficios que tenía el ser humano, junto con las ventajas que tenía ser un ser de las tinieblas como ella lo era, se convirtió en una combinación muy deseable para Elisé, quien quería seguir gozando de aquella fuerza que empezaba a gustarle. Valoraba el increíble poder del filo de sus uñas, el poder volar convertida en murciélago, correr siendo un lobo, enloquecer a los humanos al convertirse en neblina inesperadamente y poder abrirse paso allá por donde pasase solamente con el poder de su mente. Pero, por otro lado, quería también volver a pasear bajo la luz del sol sin riesgo a morir en el intento, poder mirarse en un espejo y adecentarse coquetamente como había hecho en el pasado, comer y beber hasta no poder más, disfrutar del deseo carnal en fortuitos y secretos encuentros con hombres bien parecidos mientras éstos la hacían gemir, y gritar, y arañarles la espalda sin matarlos en el proceso. ¡Oh, cuánto deseaba volver a ser humana!
Lo quería, lo ansiaba. Quería todo aquello, lo humano y lo vampírico; todo. Codiciaba disfrutar de aquello por toda la eternidad pues, al fin, iba aceptando que su vida podía haber terminado pero, de muerte a la luz de la luna, le quedaba mucho aún.
Liseth se dio cuenta entonces de que aquella antigua vampiresa había sucumbido a una cegadora avaricia que la había convertido en un monstruo de la noche, sediento de sembrar el caos por donde sus pies la llevasen en busca de algo que no podría tener jamás. Un terrible pensamiento se abrió paso en su confusa cabeza: «¿Podría yo terminar de igual modo? Si tanto se parecen nuestras historias como todos dicen, ¿es ese mi destino?».
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Tercera parte del desafío: 965 palabras.
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✔️Elisé, la vampiresa olvidada
VampireLiseth rememoró la leyenda que le habían contado, segura de que su destino no sería el mismo a pesar de las similitudes entre ella y Elisé, la vampiresa olvidada, de quien decían que conservó parte de su alma y sus instintos humanos. Una leyenda vin...