Anne estaba leyendo en completo silencio en la biblioteca tratando de encontrar las palabras para completar el hechizo, a su lado había una pila que contaba con alrededor de dieciséis libros, que iban desde grimorios, diccionarios de lenguas antiguas y libros de cuentos, que muy a su pesar no sentía que le ayudasen en lo más mínimo, mas bien le hacían sentirse impotente y cansada.
En su cansancio ella decidió salir a caminar por el castillo, todos los pasillos estaban completamente desolados, no había ni una sola persona en las incontables habitaciones, lo único que encontró fue un gato blanco con un ratón en su hocico, que se escabullo por una de las ventanas.
A pesar de su confusión ella decidió seguir, al menos hasta que escuchó algo estrellarse debajo de ella, parecía venir de la bodega, ella fue corriendo con preocupación y apenas bajo las escaleras de piedra vio al duque tirado sobre un montón de cajas tratando de levantarse, mientras una figura blanca Y alta se arrastraba hacia él, Anne sacó su varita y trazó un círculo en él aire.
–¡Schmetter der holle! –grito a todo pulmon Anne–
Tres flamas salieron disparadas contra la figura, dejándola aturdido.
–¡Aléjate de aquí! –exclamo el duque al tratar levantarse– no vas a poder con ese maldito espectro solo con tu magia, necesitaras algo más.
–¿entonces que tengo que hacer?
El duque se resignó y se levantó, el de inmediato fijo su vista en el espectro, este se recuperó de su aturdimiento y atacó nuevamente al duque, pero él logra esquivarlo.
–¡el espejo!
Anne se fijó en los fragmentos que estaban regados por el suelo y fue corriendo hacia ellos, para darse cuenta de que no podría arreglarlo de inmediato, observo todo a su alrededor, y logró ver un pequeño espejo de plata debajo de una de las estanterías y lo recogió.
–¡tengo el espejo!
El duque asintió en aprobación y corrió hacia el espectro derribándolo contra el suelo, dándole tiempo a Anne para acercarse más.
–¿ahora que tengo que hacer? –preguntó nerviosamente Anne–
–haz que se mire en él.
El espectro agitaba las cadenas de sus brazos una y otra vez tratando de escaparse, hasta que Anne le mostró el espejo, este empezó a brillar en una blanca luz, mientras tanto él se retorcía del dolor, arañaba el suelo, agitaba sus cadenas tratando de romper el espejo, lo intento una y otra vez hasta que finalmente dejo de moverse.
Anne conmocionada pateó el cuerpo del espectro y este se volvió polvo mostrando un muñeco de madera.–¿eso es todo? –preguntó Anne conmocionada– ¿por qué guardabas algo como eso aquí? Debiste destruirlo.
El duque se levantó lentamente y en silencio devolvió el muñeco al lugar dónde estaba, su rostro mostraba una sonrisa indiferente y adolorida.
–¿destruirías los deseos de una persona? –preguntó el duque–
–¿por qué me preguntas eso?
–eso es lo que tienes en tus manos –contestó el duque– eso es lo que está atrapado en ese espejo.
Anne observo el espejo brevemente y vio una playa reflejada en él, una niña de blanco cabello, era Ellie, jugaba en la arena mientras cantaba, ella de inmediato trató de devolvérselo, pero él se negó a aceptarlo y salió del almacén cojeando.
Anne sin saber qué hacer con el espejo decidió llevarlo con ella a la biblioteca, teniendo cuidado de no dejarlo caer, en su camino vio a los demás volviendo a sus como si nada hubiese pasado, le saludaban al verla pasar y Anne les hacía saber que estaba dispuesta a ayudar si lo necesitaban.
Y al llegar Elena estaba en la biblioteca, estaba sentada leyendo uno de los incontables libros en las estaban en las estanterías.
Anne volvió a sentarse y empezó a observar el espejo, Ellie estaba aún jugando en la arena, le dio la vuelta y se dio cuenta de que había algo grabado en él, pasó la mano por encima y lo pronunció en voz baja.–Onira min
El viejo libro se abrió por si sólo y una de las páginas empezó a restaurarse por si sola, aún le resultaba difícil a Anne saber que decían.
–¿quiere descansar por hoy señorita? –le preguntó Elena–
–quizás sea lo mejor –le contestó Anne–
Anne cerro el viejo libro, observó el espejo por unos segundos y vio reflejada la luna en todo su esplendor, Elena se acercó a ella y se vio ensimismada por el reflejo, le traía recuerdos de su pasado, miraba el reflejo con nostalgia y a la vez tristeza.
–¿estás bien? –le preguntó Anne–
–no te preocupes, puedes irte ya.
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