Acto XIV - Deseos

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Anne se despertó y observo alrededor de su habitación, los libros que ella agarro ya habían sido ordenados y había prendas nuevas en la silla a su lado, una camisa blanca con pequeños detalles dorados bordados en las mangas, una falda larga y una capa nueva que le cubría por completo, ella empezó a cambiarse y al terminar se miró en el espejo, sintiéndose a gusto con cómo se veía.

Mientras ella guardaba las prendas viejas, alguien llamó a la puerta.

–¿te molesta si entro?

Anne reconoció esa voz de inmediato, era el duque, ella fue a abrirle de inmediato y su expresión no era ciertamente agradable.

–¿ahora qué hice? –preguntó Anne–

–nada, sólo vine porque Elena me lo dijo ¿que tienes que decirme?

Anne trago su salivo y pensó por unos minutos antes de decir cualquier cosa y una vez logro reunir las agallas necesarias para hacerlo, se lo dijo:

–encontré la manera de despertar a tu hija –le dijo Anne– no hay manera alguna de romper la maldición por fuera, pero si puedo romperla dentro de su sueño.

–así que eso estuviste haciendo todo este tiempo –le contestó el duque– a pesar de que no te lo pedí.

–no podía simplemente dejarla así –le dijo Anne– se lo doloroso que es no sólo para ti verla así  –agregó ella– por lo que lo hare indiferentemente de si me lo permites o no.

El duque se quedó callado por unos minutos y suspiro, sabiendo perfectamente que sin importar lo que hiciera para detenerle no iba a servir.

–¿Cuándo se supone que lo haras? –preguntó el duque–

–mañana en la noche –le aclaró Anne– aún hay algunas cosas que debo hacer antes.

El duque asintió y saco una carta de su capa para después irse, Anne estaba un poco confundida y quito el sello para poder leerla.

“Buenos días Anne, supe por parte de una vieja amiga que vas a intentar romper la maldición de la hija del duque, por lo que tu madre y yo decidimos enviarte prendas nuevas, también tu tía decidió enviarte un pequeño regalo.
Pd: recuerda abrir las ventanas”

Anne cerro la carta y fue a ver por las ventanas, vio a alguien venir volando en una escoba, ni un segundo paso antes de pensar en abrirla y de pronto una nube de polvo se levantó en la habitación, mientras se despejaba ella vio una mujer levantarse del suelo, su piel estaba ligeramente resquebrajada, pero aun podía levantarse.

–¿estas bien Citrine? –preguntó Anne en preocupación– ¿no se rompió nada?

–estoy bien –contestó ella– la señorita Nora te envió esto.

Citrine le dio una pequeña bolsa roja a Anne, ella decidió observarla por dentro y vio una gema blanca junto a una nota.

"Querida Anne, se qué es un poco temprano para tu cumpleaños, pero realmente me urgía darte esto, con cariño la tía Nora"

–¿una gema? –preguntó Anne–

–ella envió dos más a otras brujas –contestó Citrine– pero no tengo la menor idea de donde están ahora.

–seguro que está planeando algo.

–no sabria decirte –contestó Citrine–

Citrine volvió a subirse en su escoba para salir volando por la ventana y mientras ella se alejaba, Anne se percató de que la tormenta ya había acabado.

–duro menos de lo pensé –dijo ella a si misma– me preguntó quiénes son las otras dos.

Ella se quedó atrapada en sus pensamientos viendo por la ventana, hasta que alguien tocó la puerta, ella fue a abrir, era Elena, estaba bien abrigada y lista para salir.

–¿puedes venir conmigo? –preguntó Elena– hay un lugar que quiero que veas.

Anne asintió con la cabeza, Elena le dio un abrigo y juntas las dos salieron del castillo en silencio, pero a pesar de eso ninguna de las dos quería decir algo, ambas estaban cómodas la una con la otra y una vez llegaron al bosque se adentraron a lo más profundo de él.

Se sentía una poderosa presencia dentro, pero más que maliciosa, era benevolente, se veían a los animales caminar alrededor de Elena, mostrándose curiosos por Anne y de pronto Elena se detuvo, había una lápida, estaba completamente cubierta en flores, Elena guardo sus lentes y saco un ramo de lirios blancos, en silencio ella se agachó y lo dejo sobre la tumba con cuidado.

–Está es la tumba de quien alguna vez fue mi hermana pequeña –dijo Elena en melancolía– aunque la verdad, es que no hay ningún cuerpo aquí.

–¿Qué pasó con ella? –preguntó Anne–

–no importa realmente –contestó Ella– ella siempre quiso conocer a una bruja y ahora que tu estás aquí, pensé que seria una buena oportunidad.

Anne en silencio se acercó a Elena e hizo crecer dos pequeñas flores blancas al lado de la tumba.

–¿quieres hablar con ella otra vez? –preguntó Anne–

–no quisiera molestarla –dijo tras levantarse del suelo–

Elena sacudió su vestido y la limpio con cuidado acompañada por el silencio y al terminar las dos volvieron al castillo en silencio, pero Anne aún se preguntaba por la vieja amiga que mencionaba la carta y le preguntó a Elena.

–hubo un pájaro observándole todo el rato –contestó ella– quizás que sea de alguien del pueblo.

Anne pensó que era la única opción que tenía sentido y dejó de darle vueltas y decidió concentrarse en llegar al castillo para poder investigar más.

Hasta que vio a alguien salir corriendo del castillo, era Farah, se veía muy agitada tratando de no detenerse hasta que vio a Anne.

–hay serpientes por todo el castillo –aviso ella– y son muy grandes
–busca ayuda en el pueblo –dijo Elena–

–no hay forma de que pueda llegar tan rápido.

Anne silbo con fuerza y su escoba salió del castillo rápidamente.
–súbete –le dijo Anne– llegaras en menos de media hora al pueblo si vas volando.

–¿y tu que vas a hacer? –preguntó Farah–

–¿dónde están todos

–están refugiándose en la habitación de la señorita Ellie –contestó ella–

–ahí iré

Anne fue corriendo para entrar al castillo mientras Farah iba volando en la escoba hacia el pueblo.









Anne y la niña del castilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora