Atrapados

53 1 0
                                    

Tomando algo de aire y un poco de fuerzas crucé el portón encaminándome hasta el caserón. La edificación construida con un marcado estilo Eduardiano se alzaba frente a mi imponente y acechante.

Todo en aquella casa susurraba márchate de aquí.

Las grisáceas estatuas talladas con expresiones angustiosas en sus rematados rostros que adornaban el centro del patio, el color crema desgastado con que estaban coloreados sus muros, las vidriosas lumbreras con marcos de madera oscura, los agrietados peldaños de la escalera que tocaban la enorme puerta principal totalmente forrada con madera oscura barnizada. Puerta que ya se encontraba abierta y eso solo podía significar que la persona que me había citado a aquel caserón la había dejado así para mí. Él o ella ya estaba adentro, seguramente aguardando en mi espera.

Un enorme escalofrío recorrió mi espalda en el momento en que empujé la puerta para poder acceder al interior de la casa. Poseía un techo desagradablemente alto y una estrecha chimenea que parecía fría a pesar del fuego, el recibidor al igual que su exterior estaba inundado de lúgubres, echo completamente de madera tallada ya un poco desgastada por el cruel paso de los años y la soledad.

En el extremo más alejado había una enorme escalera de madera con un descansillo y una vidriera de mosaicos de colores desteñidos y malogrados, y más allá del hueco de esta, había puertas cerradas que se extendían a lo largo del recibidor. En la parte superior lo que ya era el segundo piso de aquel caserón estaba compuesto por un largo pasillo que comunicaba todas las puertas de lo que parecía ser las habitaciones.

Ya estaba allí, pero ¿Y ahora qué?, me pregunté aún desde el umbral del desgastado portón de donde no me había atrevido a moverme. Volví a escanear el lugar en busca de que mis ojos se acostumbraran a la oscuridad del terreno, consiguiendo divisar en la parte más alejada de la casona sombras que se movían entre la penumbra.

Definitivamente no estaba sola.

De golpe comencé a mordisquear el interior de mi mejilla acción que me era inevitable no llevar a cabo cuando algo me molestaba de sobremanera. Despegando los pies del suelo me adentré hasta el interior del caserón observando con cautela a cada rincón en el cual las sombras empezaban a tomar formas.

Formas humanas.

Reclinado junto a la lumbrera yacía un hombre alto, con un cuerpo digno de varias horas de gimnasio que rodeaba los treinta y un años de edad si mis cálculos no fallaban. Fumaba un cigarrillo mientras observaba las finas gotas de lluvia caer fuera de la casa. A pocos metros, estaban dos chicos, uno con cabello castaño y otro de color azabache. Ambos por su aspecto parecían tener solo uno o dos años de diferencia. El de cabello castaño estaba retratando cada lugar de la casa con su cámara fotográfica obligándome a enchinar los ojos en cada ocasión en que el destello provocado por el flash resplandecía entre la penumbra del caserón.

EL otro, en cambio, estaba sentado en una de las empolvadas butacas jugando Call of duty.

Una leve sonrisa se dibujó en mi rostro al recordar a Susana. Una amiga de Canadá que a sus veinticinco años de edad seguía jugando ese tipo de juegos con el entusiasmo de una adolescente de doce o trece años.

Nunca entendí que le veía de especial, pero ella vivía diciendo que si algún día lo probaba me volvería como ella, y ante el miedo de convertirme en una adicta a los video juegos decidí no jugarlo.

El recuerdo se esfumó en el momento en que una chica con facciones aniñadas se cruzó en mi camino sacudiendo su celular en el aire. Como consecuencia ambas terminamos desplomadas sobre la rojiza alfombra que no dudó en propagar una espesa capa de nubes de polvo ante el impacto provocado por nuestros cuerpos sobre ella

Atrapada (Pausada Temporalmente )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora