Prólogo

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Año 793

Y como un sueño, me encontraba en aquella biblioteca de nuevo. Seguía igual, como guardaba en mis memorias, quizás un poco más polvorienta y húmeda que antes, después de todo lo que había sucedido en Luar, era normal que estuviera poco atendida (por no decir abandonada). Lentamente noté como mis ojos desembocaban en finos ríos por mi rostro, no presté atención a las lágrimas que caían, dejando diminutos charcos en aquel suelo terroso que combinaba baldosas de madera y de bronce, por cada paso dado chirriaba como si estuviera aplastado un pequeño ratón. Me envolvían escalofríos, mi mente no paraba de proyectar recuerdos de todo lo vivido en ese lugar, las mañanas, las tardes y las noches, las noches...

Caminé recto hasta encontrarme con el segundo pasillo de estanterías, la sección de fantasía. Algunos libros seguían intactos, como si una capa invisible les hubiese protegido antes del desastre, seguían mis ediciones preferidas, aquellas que tenían el borde de las páginas dorado, la portada y contraportada con los bordes repletos de las flores del jardín, los libros que habíamos editado juntos. Me giré noventa grados a la izquierda y seguí recto. subí las escaleras de caracol, pintadas de aquel violeta pastel, hasta la tercera, última y secreta planta, tuve que adaptar mi cuerpo como un cuadrúpeo para poder seguir aquel túnel que dirija a la puerta cuadrada, donde se encontraba nuestro mundo.

Aún sigo sin entender cómo llegué viva hasta allí, el pasillito estaba lleno de polvo, bichos, tanto muertos como vivos, telarañas y trozos de pared que supongo habrían caído con el paso del tiempo y los destrozos previos. Antes de abrir la pequeña puerta de madera, sollocé, no estaba segura de si podría entrar sola allí dentro, mi cuerpo temblaba, mi mente lo recordaba todo, absolutamente todo.

LuarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora