⧼ Ciclo de tristeza ⧼

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La tormenta taciturna había terminado ya, y como siempre el débil sol había apenas mostrado uno de sus rostros.

La vieja puerta de madera se abrió y detrás de ella, dio paso a una silueta cubierta con piel animal, frondosa para soportar el horrido frio que nunca cesaba; sus botas de piel se hundían a cada paso, la ventisca calmada agitaba a esas hebras raudales plata que bailaban al son del silbido extraño del ambiente.

Su destino por las mañanas era circular, pues siempre se acercaba a comprobar las trampas que colocaba en cada agujero de agua helada. A veces incluso tenía tanta suerte, que las dos trampas extras picaban algo, mientras que otras, como esta vez, la suerte habría predicho una sola comida para este día.

Soltó la trampa y tomo al pez guardándolo en su morral, continuando con su destino.

Sus botas seguían dejando huellas interminables hacia otro lugar, un lugar en ruinas con madera carcomida y desolación en forma de escombros. Él tomó la suficiente madera servible, que inevitablemente su consciencia le sugería remordimiento, pues aquella casa, era propiedad de sus viejos abuelos.

— Disculpen abuelos... — sonreía con falta mientras guardaba las maderas en la canasta de su espalda — al parecer no podré cumplir la promesa de mantener en pie el techo de su casa... —

Terminó de acomodarlas y levanto la mirada, dejando ver aquellos ojos violetas apacibles y fluidos que se le habían regalado

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Terminó de acomodarlas y levanto la mirada, dejando ver aquellos ojos violetas apacibles y fluidos que se le habían regalado.

El hablar así sin nadie a su lado no eran alucinaciones, más bien aquellas palabras estaban dirigidas hacia unos metros lejos de él, allá desde donde se alcanzaban a divisar dos tumbas improvisadas y marcadas con una cruz de madera cada una. Dedicando una última sonrisa, para después regresar por el mismo camino marcado en huellas, en donde su cabellera seguía ondeándose a un ritmo perfecto, confundiéndose como espejismo con la abundante nieve.

Su mente solía perderse, a veces, en recuerdos, y otras más en los planes para buscar el "paraíso"; así como hoy, en donde su sonrisa decía "todo va bien", mientras que en su mirada aparecía una grieta que rompía cada vez un poco más.

Pero entonces, un sonido proveniente de la casa, le hizo abrir de sorpresa a esos ojos violeta.

Iluso, rezando y pidiendo con toda su esperanza que fueran sus familiares, dejó caer las maderas y corrió con dificultad hasta el lugar del sonido.

Se sorprendió, pues efectivamente las campanillas de huesos que había dejado colgando se movían estrepitosamente.

Con una sonrisa enorme dirigió su mano hacia la manija de la puerta, se detuvo ahí y aspiro profundamente, con una reacción de bienvenida, abriendo ésta rápidamente y con emoción.

Pero al final, al mirar dentro, sus ojos se apagaron, desapareciendo esa sonrisa, reemplazándola por una amargura en el reflejo de sus ojos, cambiando su rostro por el que mayormente tenía por las noches.

Al final solo el movimiento de un pez en la trampa había ilusionado inútilmente al muchacho.

Al final solo el movimiento de un pez en la trampa había ilusionado inútilmente al muchacho

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