Glock 26

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Y ahí estaba yo, con un arma entre los dientes, la mirada perdida, con apenas el pulso suficiente como para sostener aquella pequeña Glock 26, que habia pertenecido anteriormente a mi padre, a mi abuelo, y así sucesivamente. Por fin alguien le dará el uso que se merece, pensé. Mis manos temblaban, sentia el frio de las abundantes gotas de sudor que recorrian mi piel en aquellos instantes. Dudé, lloré, e incluso rei, sí, me reí de aquella estupida situación de pánico en la que yo mismo me habia metido. Entonces, derramando unas últimas y delicadas lagrimas, recordando cada uno de los motivos por los que me encontraba en ese lugar, apreté el gatillo. Senti como la bala atravesaba cada uno de los tejidos de mi boca, y sonreí, sonreí porque nunca volveria a hacerlo.

Por última vez.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora