PRÓLOGO

52 4 0
                                    

Conozco a Luka desde que tengo uso de razón, nuestros padres han entablado una amistad desde el secundario y desde ahí nunca tomaron caminos separados.

Leila, la madre de Luka, dio a luz justo un año antes de mi nacimiento, por lo que desde siempre Luka y yo hemos compartido fiesta de cumpleaños. Recuerdo muy bien todas, al igual que las reuniones familiares de los domingos, los lunes de hacer tareas juntos, los viernes de película en casa con palomitas de maíz y los veranos de piscina en su casa, siempre fue mi compañero en todas.

Al cumplir mis quince años organizaron una gran fiesta, claro, en aquella Luka no puedo celebrar conmigo. Todo iba tan genial, hasta que la fiesta empezaba a concluir y la mayoría de los invitados ya se iban. Recuerdo que me encontraba sentada en el suelo, en la parte de la cocina del salón que habían rentado, estaba muy exhausta. Conmigo se encontraban mis amigas y sus ligues. Yo, en cambio, estaba sola, viendo como se abrazaban y otras cosas. Luego de un rato vi como Luka entraba por la puerta, con el saco del esmoquin en su mano y con la corbata en la cabeza en forma de diadema...

-Oye, estaba en la pista con mis amigos y sonaba Macarena y en una parte decía ¡Ehhhh, Macarena! Y pues si lo piensas parece que dice "Emma carena" y he pensado en ti y me propuse buscarte y te encontré y creo que son muchas "Y ", pero me siento tan feliz de encontrarte -eran tan evidentes las copas de más que llevaba.

-Estaba cansada, así que vine aquí, aunque no ha sido tan buena idea -le hago un gesto con los ojos apuntando hacia donde estaban mis amigas.

-Ya no estás sola Emmita, aquí estoy para salvarte -se echó a mi lado.

Recostó su cabeza a la pared y luego la giró hacia mí, hice lo mismo. Sonrió y me percaté de que por primera vez me detenía a observarlo bien.

-Como siempre -le respondo.

Ninguno dijo más nada, el silencio invadió y por algún motivo hizo que me sintiera incómoda, aún más porque en ningún momento dejamos de mirarnos.

-No te lo había dicho, pero estas muy hermosa -subió su palma para posarla en mi mejilla y con su dedo pulgar empezó a acariciarla, haciendo que mis nervios salieran a flote.

-Si, gracias -titubee nerviosa.

-Ven -se puso de pie y tomó mi mano, tironeó de esta para que también me ponga de pie, lo hice.

Empezó a cruzar todo el salón tomando mi mano hasta llegar al patio trasero del lugar. Soltó mi mano para empezar a subir unas escaleras que había allí, lo seguí y llegamos a una gran terraza donde se veía la mayor parte de Tampa, la ciudad donde vivíamos, ubicada en la costa oeste de Florida.

-¡Que belleza! -exclamé asombrada, empezando a caminar hasta la barandilla.

Las luces de la ciudad se veían tan hermosas, a lo lejos eran como millones de luciérnagas que alumbran la noche.

-La vista es tan hermosa -comentó, yo giré sobre mi talón mirándolo. Su mirada intensa estaba fija en mí, no en la vista a la ciudad. Él empezó a acercarse-Hay cosas que tal vez debería decirte, Emma.

-¿Qué pasa? -dije sin imaginarme lo que tenía que decirme y todas las cosas que pasarían después de esa noche.

Esa noche me confesó que desde meses sentía cosas cada vez que me veía y que las había estado ocultando para no incomodarme. Yo nunca había pensado en él de esa forma y se lo dije. Sin embargo evité el dato de que algo tan simple como acariciar mi mejilla causó sentimientos en mí y mucho después estos se intensificaron.

Desde ese entonces el vernos se volvió un poco incómodo, decía que ya no venía a hacer tareas junto a mí porque sólo se concentraba mejor. No quería ver películas juntos porque yo comentaba mucho sobre todo lo que pasaba y él prefería verlas en silencio. Pero había algo que ninguno podía evitar, aunque quisiéramos: los domingos de reuniones familiares. Y si hoy me lo pongo a pensar, creo que esos domingos hicieron que esta historia pueda ser desarrollada.

En una de esas reuniones mis padres le pidieron el favor a Luka de buscarme todas las mañanas para ir a la escuela y como él no tenía de otra dijo que sí. Gracias a ello nos empezamos a acercar de nuevo, aunque no era lo mismo que antes, claro.

El baile escolar se hizo presente y ambas familias esperaban que Luka me dijera para ir. Él lo hizo y yo tuve que aceptar, aunque por dentro estaba muy emocionada de ir con él.

Esa noche cambió todo entre nosotros, el baile empezó, recuerdo que sonaba "Me Rehúso". Ambos bailamos junto a nuestros amigos, era una noche tan espectacular, sentía una chispa al mirar a Luka, sentía como si los nervios se apoderaban de mi cuerpo con solo un roce inconsciente de él al bailar. Llegó una parte de la canción y Luka tomo mi mano, me miraba fijamente, hice lo mismo y él empezó a mover sus labios, cantando esa parte de la canción:

Sin mirar atrás, sin buscar a nadie más
Solo quiero estar contigo
Si no te tengo aquí conmigo, yo no quiero ser tu amigo
Porque tú eres mi camino
Y yo solo quiero estar junto a ti
Nena, por favor, entiéndelo
Solo dame tu mano y confía en mí
Si te pierdes, solo sigue mi voz
Y dale tiempo, mami, al tiempo
Que tú, que yo, estamos hechos para estar los dos...

Nos besamos justo en la canción lenta, al ritmo de Feelings de Lauv. Me gustó demasiado, sentía que era algo que de alguna manera ambos esperábamos desde hace tiempo. Luego de eso empezamos a tener algo, no tenía un título. De pronto los viernes de películas se convirtieron en viernes de besos, con cuidado a que mis padres nos vieran. Los lunes de tareas eran los lunes de acurrucarnos en el sofá, ya que mis padres trabajaban. Los domingos en familia eran miraditas con sonrisas inocentes, que escondían tantos sentimientos.

Navidad se hizo presente y sin decirme nada, Luka pidió a mis padres permiso para empezar a ser mi novio. Esto conmovió a ambas madres, que siempre desearon aquello, así que no fue para nada difícil que me dejaran tener una relación con él. Desde ese momento el estar junto a él se convirtió en una montaña rusa de sentimientos bonitos, eramos demasiado felices.

Luka cumplió sus dieciocho y yo mis diecisiete. Él terminó el colegio, eligió una carrera, Licenciatura en Actuación, la cual implicaba irse a Grecia. Finalmente nuestro romance terminó en ese momento, ninguno quería tener una relación a distancia, porque podríamos llegar a lastimarnos y no era algo que quisiéramos. Todavía tengo muy presente la conversación que tuvimos aquella vez en el aeropuerto, minutos antes de que me soltara la mano para irse lejos...

-Te voy a extrañar mucho, Emmita -me envolvió entre sus brazos y entonces empecé a llorar.

-Yo igual -mi voz temblaba.

-No quiero que llores por mí -empezó a secar mis lágrimas cayendo por mis mejillas.

-Luka... -dije difícilmente -, siempre voy a apoyarte en todo aquello que te haga feliz y quiero que este sueño que tienes te lleve allí donde tu corazón es feliz, de verdad que sí.

Me regaló un tierno beso en la frente.

-Quiero que me prometas algo, Emma.

-¿Qué?

-Que vas a mantener esa esencia tan bonita que tienes, que la vas a cuidar siempre -cuando terminó de decir aquello empecé a llorar aún peor, mi respiración iba muy acelerada.

-Lo... lo prometo-lo abracé fuertemente, sin querer soltarlo.

-Te quiero... -se apartó de mi lado y empezó a caminar, ahí entendí que ese era su "adiós" o tal vez su "hasta pronto" .

Lloré demasiado con su partida, me dolía el vacío que dejaba al irse, pero era su sueño y con eso me bastaba para entender que era lo mejor.

Siempre volveré a tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora