First meow

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"I want to lose myself in the green of his eyes"
































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Capítulo uno:
Verdes esmeraldas.



































— ¡Perfecta, te ves tan hermosa! — el elegante click de la cámara al tomar del recuerdo entre los diversos movimientos recién hechos por la joven fémina se hizo sentir en el colorido espacio pintado en naranja, ganando otro vitoreo por parte del joven fotógrafo —: Mueve un poco la mano a la izquierda, preciosa — su voz ronca dió juego con la seducción de sus palabras, dando movimientos rápidos para capturar los dulces movimientos delicados de la musa vestida de negro que yacia frente a su lugar, dedicándole una mirada combinada en azul, casi gris —: ¡Así estás perfecta, cariño! —

El joven hombre destensó sus hombros para poder acomodar su cuerpo vestido en un cómodo traje, permitiendo que sus cabellos dorados cayeran como cascada sobre su nuca y  brillarán ante las luces de colores en la habitación, admirando con mayor comodidad sobre el áspero suelo, tomando así su última foto al cuerpo alto y lechoso de la modelo.

Una vez el clik de la cámara dió su fin, la agraciada mujer soltó un suspiro sobre su lugar, formando una sonrisa invisible sobre sus rosados labios carnosos y así dedicarle una mirada pintada en azul a su rubio amigo, terminando por sacar por encima de su cabeza aquel precioso sombrero tejido en blanco y poder caminar con suaves movimientos de caderas en aquel vestido negro ceñido a sus curvas.

— ¿Lo he hecho bien? —

Su voz sedosa se sintió suave al ser pronunciada en un susurro cansino, una vez estiró su mano al joven fotógrafo para ayudarle a levantarse del suelo, notando como este aceptaba su ayuda y se fijaba en la pantalla de su cámara para poder caminar hasta su escritorio, recostando su trasero vestido en pantalones azules y así sonreír a su entretenido artilugio. Supuso que el sonido de sus tacones no era tan molesto.

— Estoy realmente enamorado de estas fotos, mi más hermosa obra —

La azabache logró verle con sus mejillas hirviendo y sospechosamente, pintadas en carmín para poder caminar hasta su bolso de mano y así sacar su móvil, notando las diversas llamadas perdidas de su novio y amigas. Ojeó con recelo la bandeja de mensajes para finalmente terminar guardando su móvil a nueva cuenta en su lugar. Se permitió vestir sobre sus hombros con la tela de cuero negro de su abrigo, sintiendo el calor abrazarle y reconfortarle al no sentirse lo suficientemente cálida con aquel vestido que parecía una segunda piel adherida a ella.

— Realmente me pone nerviosa las fotografías con esta clase de temáticas, Armin — el aludido apartó la mirada azul de su cámara para poder plantarla sobre la modelo, sonriendo en totalidad hasta finalmente encogerse de hombros. Las mangas de su camisa blanca se aferraban a sus brazos una vez cruzo de los mismos por encima de su pecho, dándole una aura varonil en tan posición al dedicarle su más intensa mirada a la descendiente oriental.

— Mi hermosa Mikasa —

Un estremecimiento recorrió la columna de la aludida, tragando saliva nerviosa al sentirse de un segundo a otro intimidada por la mirada del apuesto fotógrafo en ella, de por sí el tono de su voz solía ser ronco le ponía los vellos de su nuca erizados y ese era un problema para ella. Ignoró el latir dislocado de su corazón para reír nerviosamente al sentirse observada más de lo inusual.

Mikasa Ackerman podía ser una preciosa modelo de veintidós años que dió éxito a su carrera por sus delicados rasgos asiáticos y su cuerpo curvilíneo como alto, pero ella no era una tonta ignorante de su entorno.

Had Once AngeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora