Prisionero

Capítulo 4: Monstruo

¿Podía considerar a Lan Wangji su amigo? Los amigos se enseñan y comparten cosas. Lan Wangji le enseñaría a leer y escribir y él le enseñó su rostro, solo faltaba que compartieran cosas ¿Los bollos que le compartió en el viaje contaban? Podría tratarse de un avance.

Si bien era prisionero en Gusu, no recibía los mismos tratos que recibió por parte de los Wen. Lan Wangji tampoco se había comportado como el loco al ver su cara. Era una persona de rostro gentil y un delicioso aroma a sándalo. Los aromas siempre le sirvieron para identificar a las personas buenas de las malas, los Wen siempre olían a sangre y el loco a una fuerte fragancia a cenizas.

Miró la comida y se alegró de encontrar un bollo junto a ella, su amigo Lan Wangji siempre se los daba. No podía quejarse de la comida, por lo menos tenía para comer, no pasaría hambre de nuevo.

Se preguntó cuál sería la reacción de Lan Wangji si viera sus orejas y cola ¿Sería un monstruo?

Podía recordar cuando era un niño, apenas podía esconder las orejas...

Constantemente con su padre, se movían de un sitio a otro. Nunca permanecían más de tres meses en un mismo lugar. Le parecía muy divertido, eran aventureros, conociendo siempre lugares nuevos y comiendo cosas nuevas.

Entendió muy tarde la razón de los viajes.

"A-Ying jamás te saques la túnica" era lo que su padre siempre le decía. La regla número uno desde que tenía memoria. Él corría a todos lados sin escucharlo, era muy travieso.

"Papi levántame" le decía para que lo suba sobre sus hombros. Su papá era alto y con una larga cabellera y una cinta en su frente, blanca y majestuosa que ondeaba con el viento. Por cada paso que daba, él tenía que dar tres. Así que para evitar correr y que se le caiga la túnica le pedía que lo levante. Desde la altura podía ver todo y sentirse alto, quería ser tan grande como su papá.

Amaba más cuando volaban en su espada, sintiendo la brisa, pero pocas veces su papá lo hacía porque el viento hacía que se le destapara la cabeza revelando sus orejas.

Siempre que se iban de algún pueblo lo hacían en la noche cuando todos dormían. Su papá le decía que lo hacía más emocionante, como si de un juego se tratase. Y él así lo creyó por años. Era un juego solo de su padre y él. A veces se cruzaban con bestias feroces y su padre desenvainaba una gran espada acabando con sus vidas. Wei Ying se tapaba los ojos y la nariz porque el olor a sangre era horrible. Sus orejas le eran de mucha ayuda porque él podía escuchar cosas con anticipación advirtiéndole a su padre de cualquier amenaza.

Sin embargo, no pudo con la amenaza más grande sus vidas. Los Wen.

Había una gran celebración y su padre le había permitido ir a comprar dulces siempre y cuando cubra sus orejas detrás de la gente. Él no pudo acompañarlo, se sentía muy agotado luego de derrotar a una bestia y según sus palabras tenía que "restablecer su energía espiritual", Wei Ying no comprendía sus palabras. Deseaba que su padre se pudiera curar con la energía de la luna como lo hacía él. No entendía que era la energía espiritual de la que tanto hablaba y por qué tenía que esconder sus orejas y habilidades del resto, su padre estaba feliz de ver sus orejas y como cada día desarrollaba más sus instintos, pero siempre era estricto a la hora de ocultar su maravilloso don, como lo llamaba él.

Compró un tanghulu, amaba los dulces. Las vendedoras le sonreían y decían que era la cosita más bella del pueblo, alabando sus ojos grises, jamás habían visto a nadie con esos ojos. Caminó entre los puestos olfateando el que tuviera mejor comida, sintiéndose atraído por un aroma muy fuerte.

Niños discutiendo por quien se atrevía a comer del plato rojo de enfrente. Le pareció emocionante y se acercó titubeando a ellos. A su padre no le gustaba que se acerque a otros, pero él quería amigos. Si pudiera jugar un rato y luego regresar a su casa, su padre no se daría cuenta.