¿Alguna vez has sentido como un dolor extraño? Sí, ese. Como si olvidas algo y no lo recordaras. Como si te cayera mal esa noticia y no tuvieras nada más que aguantar la sensación.
Ese mismo jodido dolor del que te hace sentir insatisfecho, molesto y exhausto de todo. Duele mucho, ¿No es así? Y es de aquellos que nunca se irán, aunque lo intentes. Sí, me lo he sentido, siempre ha sido así.
Tuve que buscar la manera de ir adelante con esa carga. Ya sabes, salir del orfanato, conseguir un trabajo, comprar una casa, vivir solo y continuar con lo que siempre he amado; el arte. Muchas veces he sentido que sería mejor relacionarme con otra gente, siempre las he rechazado, me dan asco el verlas sonreír como idiotas, no sé sus intenciones y eso hace alejarme, me dan pavor. He intentado de todo, un hola, una conversación pequeña, un nada. Me alejo, me rechazan, lo sé. Lo he visto en sus ojos cuando me ven.
La gente es estúpida muchas veces, pero no me meteré mucho en este tema, porque todos lo sabemos.
Un día decidí salir de mi pequeña zona de confort, busqué algo que pudiera ser entretenido para mí y «Encontrarme a mí mismo.» como dicen otros, desde salir a la biblioteca de mi ciudad, leer libros de mecánica y medicina, hasta libros de historia y astronomía. No servía de nada saber que la luz del Sol está compuesta de 50% de luz infrarroja, 40% de luz visible, y 10% de luz ultravioleta si no podía ponerlo a prueba en algo.
Por lo que decidí meterme a talleres y cursos de arte, mecánica y medicina forense. Sí, tengo mucho tiempo libre, me dedico a pagar mis impuestos con el dinero que gano en las galerías de mi ciudad exponiendo mis trabajos, a pesar de ser un «Artista anónimo» La gente disfruta verlo, no me alegra y no me hace sentir orgulloso, en el fondo sé que detrás de esos lienzos sin sentido están mi ansiedad, mis traumas.
En fin, dentro de los cursos nada había de especial. Sólo eran un montón de jóvenes adultos como yo, se acercaban a mi, pero yo los rechazaba con sólo mirarlos. El hablar me fue imposible, era como si fuese a vomitar con sólo soltar una palabra, el estar rodeado de tantos desconocidos me hacía sentir aturdido, tenía miedo y quería huír como podía en las primeras horas. A la semana conseguí acostumbrarme un poco a la presencia de gente a mi alrededor. Decidí no conocer a nadie y seguir con lo que me interesaba en el momento.
Más adelante conocí a una chica, que al parecer era hermana de quien yo creo haber visto su rostro en las clases de mecánica.
El rostro de la chica me hacía sentir tan extraño. Unos ojos brillantes como dos zafiros, una nariz pequeña y delicada, unos labios que solo verlos me hacían delirar, y su aroma, su jodido aroma era un deleite.
Esa misma noche los seguí hasta su casa entre las frías y grandes calles de Alejandría, trataba de hacerlo de forma sigilosa y que ellos no fuesen capaces de percibirme.
No funcionó.
El jóven hermano de esa preciosa dama dió media vuelta e instantáneamente me reconoció, se acercó a mí, me saludó y me presentó a su hermana.
Lucy, el nombre más precioso que he escuchado. Comencé a acercarme a ella, la primera persona a la que no sentiría miedo ni asco el verla o tenerla presente, siempre la quería a mi lado, a pesar de tener momentos de silencio incómodo o mi nerviosismo hiciera verme como el más grande idiota del universo.
Después de unas cuantas citas juntos, decidí dar el primer paso, estaba muriendo de nervios hasta sentir una extraña sensación de alivio y felicidad.
Con que así se sentía, vaya mierda. Comenzamos a vivir juntos, permití que metiera sus cosas en mi hogar, todo era perfecto, tengo a el amor de mi vida a mi lado, a la chica que tenía vigilando y cuidando desde la distancia, era mía, por fin. Nunca me quejé de nada, no me parecía nada malo, aunque ella quería tener sexo, nunca me sentí listo para ello, sí. Soy un completo virgen veinteañero, ¿lamentable? Para muchos probablemente sí.
Con el tiempo comenzó a cambiar, dejó de trabajar, dejó de tener interés en cosas, casi nunca estaba en casa, me evitaba. Me dolía mucho, siempre peleabamos y ella era quien empezaba. Me trataba de golpear cada que preguntaba por lo que ocurría, yo sólo callaba y miraba, nunca quise hacerle daño, aunque fuera lo único que pensaba y deseaba después de ser lastimado y humillado, se «aprovechaba de mi» como otros decían, yo simplemente no lo entendía, le daba todo, yo hacía de todo, trabajé horas extras para tenerla feliz y darle todo lo que necesitaba, yo hacía la comida, la casa, todo. Absolutamente todo.
«No entiendo, ¿Qué hice mal? Amarla de más fue mi único pecado. ¿Será porque no le dediqué todas esas horas en las que me encontraba afuera?» Me culpé de todo eso y más.
Esas sensaciones fueron peor que una muerte inminente, busqué la manera de descubrir qué ocurría en ella, decidí salir temprano de mi nuevo trabajo en un taller mecánico. Llegar a casa lo más pronto posible, no estaba. Salí de casa y seguí buscándola por la mitad de la ciudad.
Ahí estaba ella, de la mano con otra persona, otro amante. Verla de una forma tranquila y cariñosa, era como presenciar a una persona diferente, nunca me mostró quien era en verdad.
Me dejó herido no ser yo el causante de su sonrisa, de ser con quien quisiera estar, renuncié a lo que solía hcer para cumplir sus caprichos egoístas, perdí el tiempo. Esa maldita perra tenía que pagar, fuera como fuera.
Regresé a mi hogar y saqué todas sus cosas a la calle, dejando una carta diciéndole que me enteré de sus estupideces. Tiempo perdido en nada, mis ahorros para una boda se fueron a la mierda, decidí culparla a ella de todo y tengo razón al hacerlo.
Quería morir, mi decepción era tan grande que no sabía ni qué hacer, cerré la puerta, las ventanas, todo. Con tal de que no entrara a mi hogar.
«¿Porqué me hace esto?» me pregunté, no quería que se fuera de mi lado, mi corazón dolía y se hacía añicos con solo pensarlo más. Me recosté en mi cama llorando en silencio, mostrando la debilidad que nunca quise mostrar, mi cuerpo dolía, no podía respirar, no podía callarme, sentía que iba a morir en ese mismo lugar. Estaba perdiendo la cordura en cuestión de minutos, tan frágil es la mente humana al depender de alguien. La vida siempre me odió desde el día en que nací. Duré así por horas hasta que asomara el atardecer por mi oscura ventana.
Pero, esa pequeña perrita de mierda tenía que pagar, esa misma noche, esa misma jodida noche, fue en la que exploté de odio, rencor que lo mezclaba con cosas del pasado. Decidí hacer justicia con mis propias manos, investigué por días sobre el idiota con quién me engañaba, hasta que lo encontré por mera suerte; se llamaba Diego Amato, supuse que ella estaría ahí con él.
Vivía en el otro lado de la ciudad, conseguí la dirección de su casa, me vestí de la mejor forma para ella y sin más, salí en mi coche a la autopista principal.
Una visita no les haría nada mal.
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* • .¸ ♡ L i t o s t ♡¸.•*
De Todo★彡 S i p n o s i s 彡★ "La vida es miseria, la miseria está llena de soledad y sufrimiento, nada más ni nada menos como la humanidad, la inteligencia y la sanidad al amor, la insensibilidad, la frialdad, el terror y la vesania al abandono." ⚠️ADVERTE...