1. Presentación De Adopción

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El joven inventor se entretenía poniendo tuercas y clavos en su tan ansiado invento nuevo mientras escuchaba los relatos de su compañero de cuarto

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El joven inventor se entretenía poniendo tuercas y clavos en su tan ansiado invento nuevo mientras escuchaba los relatos de su compañero de cuarto. Estaba tan nervioso, tanto que temía arruinar todo en su próxima presentación para ser adoptado, tenía tanta ilusión de por fin tener una familia que se vio envuelto en crear uno de sus tantos inventos para impresionarlos.

—Entonces, decidí que este año escogería un atuendo diferente al del otro año ya que no asuste a nadie y me gusta ser tenebroso para que los chicos grandes dejen de molestarme —cantaleaba Zeldris mientras era escuchado a oídos sordos por el rubio concentrado.

Medía y amortiguaba todo tipo de elementos para convertir una tostadora en algo útil. El pequeño Zeldris se detuvo un momento para poder llevar una cucharada de jalea de fresa a su boca, siendo sutilmente observado por Meliodas.

—¡Oye, no te comas la jalea! —regañó mientras se la quitaba de sus manos llenas del contenido. Zeldris chupo sus dedos y frunció el entre cejo al verlo tan quisquilloso.

—Amo el beisbol, se que esta en mi destino ser beisbolista —continúo hablando, olvidando su segundero enojo. —No me importa tanto el ganar, aunque ahora si, ya que hemos estado perdiendo seguidamente. Estoy entrenando seguido, escuchando como todas las personas del campo me dicen que debería ser más eficaz a la hora de atrapar la bola —le paso un destornillador al blondo y cuando escucho el jadeo del mismo, supo que su invento estaba listo. 

El azabache corrió hasta la ventana al escuchar el claxon de un auto, se paro de puntitas en una silla observando que de el bajaba una pareja, era la familia que pensaba adoptar a su compañero.

—Ya llegaron —vociferó, pero Meliodas no dejaba de ver su invento. —¿Meliodas? —bajo de la silla para caminar hasta él. —Meliodas, ya llegaron, debes estar listo —pero el rubio no contestaba. —Me tienes en la obligación de hacerlo.

Con sus manitas de ocho años, alcanzó una corneta y la acercó al oído de Meliodas mientras el cubría su oído, pero al apretar el botón no salió más que aire. Giro la boquilla a su rostro, agito la lata y al presionarla todo el sonido de aire salió aturdiéndolo y haciéndolo caer.

—¿¡Pero qué!? —reaccionó Meliodas volteando a ver a Zeldris en el suelo. —¡Deja de jugar, Zel!, por fin esta listo y se que les va a fascinar —ayudó a levantar a su compañero aturdido del suelo.

—Nada dice "adóptame" en tu raro invento —dijo mientras rascaba su oído, ¿Era normal si solo escuchaba un pitido?.

—¡Meliodas! —abrió la puerta de un tirón la dueña y nana del orfanato. —¡Ya llegaron los Harrington! —el rubio tomó el invento entre sus manos, pasando por un lado de la mayor.

—Lo sé, señorita Nicole.

—¡Alto, alto! —lo detuvo para acomodar el cuello de su camisa. —No olvides sentarte derecho y verlos siempre a los ojos, sonríeles, platica y- —se detuvo al ver un lápiz en la oreja del menor.

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