Ingeniero - Una Historia de Star Wars

Bitácora 00

Dentro de un metálico y enchapado garaje de construcción droide situado en los barrios bajos de Coruscant, un reloj sonó. Dicho sonido –irritante y ensordecedor- resonó a través de todo el establecimiento irritando al dueño y a algunos vecinos que ya se encontraban preparándose para dormir tras otro duro día de trabajo.

¡Que alguien calle esa hojalata! –se escuchó un grito proveniente de un nivel inferior que sirvió como catalizador a la ferviente ola de gritos que le prosiguió.

-¡Ya voy, ya voy, maldita sea! –el dueño anunció.

Habiendo sido interrumpido de su trabajo, el hombre se aproximó al droide que sirve como reloj con mal humor, y de una patada calló al astromecánico R5 modificado, el cual produciendo un chirrido contra el suelo canceló la orden de alarma. Hubiera comprado una unidad R2 en vez de esta bazofia el hombre pensó para sí mismo mientras despreciaba la incapacidad de aquella unidad de atender un simple horario.

-¡LE, lleva este unidad a la mesa de desmantelamiento! Juro que poner ese reloj fue una de mis peores ideas.

-Como ordene, amo. –una voz robótica respondió.

Junto al sonido de tuercas y pasos, una gran unidad de protocolo LE-BO2D9 –rara de vez por aquellos lares- se aproximó y agarró al astromecánico por las piernas, alejándolo del humano, quien tras observar esto con irritación regresó a aquello en lo cual se encontraba trabajando con anterioridad.

Frente una gran mesa de mantenimiento, una única unidad droide prohibida –conseguida tras una de sus varias visitas al sistema Lotho Menor en el Borde Exterior- se encontraba desmantelada y reposando sin energía. Cada vez que el humano observaba esta unidad, un sentimiento de nostalgia, tristeza y esperanza se entrelazaban en un fuerte torbellino de emociones. Para él, observar esta unidad, destruida y desechada, revivían los recuerdos de la victoria de la República y alzamiento del nuevo Imperio Galáctico, la victoria que él nunca deseó. Él simplemente no podía aceptar el hecho de que las unidades droides de batalla B1, como aquella que poseía en frente, en la cual los separatistas como él depositaron tanta confianza fueran tratadas por la propaganda republicana e imperialista como simples máquinas asesinas como si de droides cazarrecompensas se tratasen. Sus conocimientos en mecánica e ingeniería tan solo empeoraban todo, pues él sabía que esa no era su programación y creía firmemente en que dicho ejército comandado por el revolucionario Conde Dooku pudo traer verdadera paz a sus sistemas. ¿Pero quién era capaz de culparlo? Él tan solo era otra víctima insospechada de la guerra, otra persona que se vio involucrada en el plan maestro de Darth Sidious en el cual el ejército la Alianza Separatista tan solo era otra pieza desechable más del tablero, aunque él posiblemente nunca se enteraría de esto, como casi ningún sistema.

Con un fuerte suspiro, el hombre intentó olvidar estos pensamientos y se centró exclusivamente en la reparación del viejo droide ahora que poseía todas las piezas necesarias; las horas pasaron pero él no le dio importancia, en este momento ver a esa unidad reparada era lo más importante para él, comer y dormir eran secundarios; varias veces su droide de protocolo LE intentó advertirle de su sobreesfuerzo, sin embargo él rechazó todas y cada una de las recomendaciones de descanso, hasta que finalmente y tras mucho esfuerzo logró reparar la unidad B1, la cual tras su largo letargo levantó la parte superior de su cuerpo de metal amarronado.

-¿Qué número de instalación es esta? –preguntó en su típico tono artificial el robot al sus datos de memoria solo poseer información hasta su caída en un inminente cruce de fuego en el sistema Christophsis.

Conteniendo su alegría, el hombre preparó su voz y tras toser unas cuantas veces respondió.

-Yo me he encargado de repararte unidad B1. Acostúmbrate de ahora en adelante, porque yo, Bach Din Frozár, seré tu nuevo dueño.