La mano de Tadokoro pasaba suavemente por la ancha espalda del chef de comedor. Llevaba varias horas repitiendo el mismo procedimiento una y otra vez, en un intento de consolar al joven pelirrojo que yacía abatido sobre la estrecha cama de madera rustica. La semana de exámenes habían culminado y con ello las vacaciones de verano comenzaron a asomarse poco a poco, preparándose para alegrar la vida de los agotados estudiantes de la Academia Totsuki.
Al la carpeta con las notas ser entregada a cada respectivo alumno sobreviviente, y dado por hecho que absolutamente todas las materias se encontraban pasadas con una excelente calificación, las fiestas no se hicieron esperar. Sobre todo en la residencia de las estrellas polares, que se encontraban rebosantes de alegría por otro año manteniéndose dentro de la prestigiosa institución culinaria.
Los demás estudiantes no pertenecientes a la excéntrica residencia también hicieron su aparición en el enorme festejo. Todos exceptuando a ese peculiar niño italiano que Yuhikira se encontraba esperando tan ansiosamente en medio de la habitada sala de estar, mirando de vez en cuando tanto la desmesurada puerta de madera anticuada como el circular reloj de manecillas, que colgaba sobre una de las paredes de la habitación.
El pelirrojo vio la hora una vez más antes de que las rechinantes puertas se abrieran de par en par. La sonrisa en sus labios se ensanchó en unos pocos segundos, dejó el vaso plástico de lado y se concentró en mirar al nuevo invitado. Su sorpresa fue grande al percatarse de que Isami había llegado solo, sin la compañía de su inseparable hermano rubio. Su semblante pasó de felicidad a preocupación en cuestión de segundos y chocando entre las personas que bailaban alegremente llego hacia donde Megumi y Isami se encontraban sosteniendo una amena conversación.
- Oh, buenas noches Yukihira. - Isami le habló, una adorable sonrisa cubriendo su regordeta fisonomía - Enhorabuena por tus logros. - Le felicito.
Souma sacó su vista del suelo, dirigiéndola hacia donde ambos se encontraban parados riendo a la par - Vaya, gracias. Igualmente. - Respondió con una sonrisa, parándose rígidamente en el proceso - ¿Takumi no vino contigo? - Indago curioso, tratando de no hacer obvia su desesperación por volver a encontrase con el ojiazul.
El menor de los Aldini soltó una leve carcajada antes de responder a su pregunta - Él iba, sin embargo una hermosa chica lo invitó a salir no se a donde. Tal vez para la próxima si pueda venir. - Explicó risueño.
El japonés se desilusionó ante la declaración de castaño. Sus labios se doblaron en una ligera mueca y sus ojos perdieron ese bonito brillo que los adornaba, dejándolos apagados y tristes. Le agradeció al menor por la aclaración dada y se despidió de ambos, para comenzar a caminar despacio escaleras arriba dirigiéndose hacia su pequeña habitación.
Si Takumi no estaba aquí junto a él, entonces no había nada que celebrar.
Tadokoro se sorprendió por la repentina y extraña actitud del pelirrojo, sin entender nada de lo que ocurría en ese preciso momento. El gemelo menor posó una mano sobre su delgado hombro, logrando sacarla de su estupor - Ve con él, bella. - Dijo.
La peliazul se sonrojo medianamente por el apodo dado a su persona, pero lo dejo de lado por el momento. Asintió decidida y camino hacia las largas escaleras, directo a la habitación del chico de intercambio. Isami soltó una risa por lo bajo para después darle un trago a su todavía repleto vaso de sake.
Oh, el amor joven
Yukihira enterró su rostro sobre la mullida almohada magenta, dejándose maravillar por el delicioso olor que esta emanaba. El aroma de el perfume de Takumi todavía permanecía en esa camisa, no importa cuantas veces la haya lavado ya desde que la consiguió, el olor no desaparece, es como si estuviese estampado ahí con el objetivo de hacer sufrir aún más a su pobre corazón malherido.