3. Placer hasta el final

459 31 12
                                    


Que me dejen sin fuerzas ni para caminar al día siguiente, era una de las promesas sensuales que, más que preocuparme, interiormente me predisponían a arrodillarme en posición de rezo, y pedir que realmente cumplieran su palabra. De hecho, ya estaba cansada de todos los hombres que se creían dioses sexuales sólo por tener un pene, y luego tenían el descaro de poner los brazos detrás de la cabeza y guiñarme un ojo, esperando por poco que les agradezca, cuando lo único que hicieron fue bombearme como si se estuvieran masturbando, y así creer que yo iba a tener un orgasmo como ellos. Esta noche mis esperanzas tenían más posibilidades, al menos Stan sí era un buen conocedor del cuerpo y el placer femenino, y Xeno... no lo conocía íntimamente, pero si era tan dedicado y estudioso como con sus intereses, podía funcionar. Lo bueno era que no tenía que trabajar ni estudiar al día siguiente, por lo cual me venía de maravillas si querían dejarme como si no tuviera huesos.

La verdad era que estaba un poquito nerviosa también, nunca había estado con dos hombres al mismo tiempo, y no sé qué tan literal pensaban llevar la frase "los dos juntos", qué tan "unidos" íbamos a estar simultáneamente. No estaba cerrada a nada, ni era una inocente novata en el sexo, tenía información, y tenía experiencia. Además, los tres estábamos ahí para disfrutar y complacernos, no cabía lugar para la inocencia o la vergüenza en esa situación, al menos no desde que estábamos desnudos y jadeantes.

El primero en acercarse a mí fue Xeno, aprovechando que ya se había recuperado mientras yo complacía a Stan. Como me había volteado de cara al pie de la cama, y mi amigo se había quedado apoyado en el lado de las almohadas, se acercó por detrás mío, y me rodeó la cintura para jalarme y dejarme sentada, apoyada en mis rodillas como él, y contra su pecho. Me tentó respirándome en la nuca, y dejando ese rastro cálido de aire desde mi oreja hasta la base de mi cuello, para depositar luego un corto beso allí. Sus labios rozaron mínimamente el recorrido de vuelta hasta mi oreja, donde tironeó delicadamente del lóbulo con mucha delicadeza, pura provocación. Ese toque pluma me estremecía por dentro, y no dudaba que era una estrategia para hacerme rogar por más, pero no pensaba rendirme tan rápido, quería ver primero algunos trucos de Xeno.

Pensé que iba a seguir jugando allí, pero de pronto dejé de sentir el calor de su cuerpo contra el mío, lo cual duró varios segundos, aunque podía escuchar un movimiento suave sobre el colchón detrás mío. Estaba intrigada, sin saber si darme vuelta para ver qué se proponía, o por qué me había dejado sentada así, cuando sentí sus labios en el largo valle que se extendía en el medio de mi espalda, a lo largo de mi columna. Había comenzado a la altura de mi cintura, en sentido ascendente. Sus besos eran lentos, pero largos y con un gran poder de succión, con la boca abierta. Inspiré profundo, sí que se sentía bien eso, una caricia poco convencional. Cuando llegó a mi cuello, decidió volver a bajar, sólo que ahora podía sentir primero cómo apoyaba su lengua en cada punto, y luego acompañaba con sus labios. Solté un suave gemido y cerré los ojos, ese calor húmedo era delicioso, y aunque quería sentir más, lo dejé hacer.

Esa vez siguió bajando, continuando los besos hasta la base de mi columna, y tuve que morderme el labio cuando sentí directamente su lengua recorriendo todo el camino de vuelta hasta mi cuello, sólo esa larga lamida. Como tenía los ojos cerrados, no vi el gesto que hicieron sus manos, aunque no estaba destinado a mí, sino a su amigo. Sentí el colchón ceder cerca de mí, y una parte mía supo que era Stan el que se estaba acercando, pero mi mente no tenía lugar para tantos pensamientos, seguía concentrada es las provocadoras caricias de Xeno. Lo próximo que sentí sí me encantó y me descolocó, por la inesperada sincronía. A la par de otra larga lamida a lo largo de toda mi espalda, también sentí la misma caricia, pero desde mi bajo vientre, subiendo por mi abdomen, pasando por el hueco entre mis dos pechos, hasta terminar en mi cuello. Oooooh... santo... dios... No veía venir eso, de ninguna manera. No pude evitar abrir los ojos, y los míos se encontraron con los de Stan, en una mirada suya de lo más sensual.

Dominios de placerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora