Placer

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Los gemidos llenaban la habitación junto con el chirrido de la cama, que se movía sin parar. Los chicos (porque eran dos), se me movían con una perfecta sincronía. Vi como se besaban dominados por la intensa pasión, para que luego ambos me besaran a mi, al mismo tiempo sin dejar de moverse. La temperatura seguía subiendo al igual que mis gritos de placer.  Esta noche me sentí como plastilina amoldando mi cuerpo a todas la figuras y posiciones posibles. Luego llego el clímax y todo acabo. Los chicos se fueron y mi diversión se fue con ellos. 

Me recosté en la cama desastrosa llena de sudor y de otro fluidos. El sexo era como una droga fuerte. Cada noche de cada día me sumergía en un mar de hormonas, sudor y deliciosos gemidos. Por mucho que lo intentara no podía parar. Durante el sexo yo era la protagonista de un espectáculo, me amaban me adoraban, me anhelaban. Era yo haciendo que alguien más grite de placer, era mi cuerpo disfrutando de ser mimado por otro cuerpo. 

Pero todas esas sensaciones hermosas y placenteras acababan, luego quedaba yo sola y vacía. Por eso no me detenía de hacerlo cada noche. Era un desesperado intento de apagar el vacío que había en mi. 

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