Era lo poco que podía describir nuestro protagonista, eso sin contar la tela de su paracaídas. No sabía hasta que punto podía determinar hasta cuanta distancia se extendió la tela que le había salvado de estamparse contra aquella superficie. No había aterrizado nunca en nada parecido, ni mejor, ni peor. Se limitó a recojer la cuerda y guardarla en la bolsa específica del paracaídas, por si una tormenta de arena le pillara desprevenido y se pudiese proteger. No era necesario para el explorador.
Allá donde miraba, no había más que acumulaciones irregulares de arena y polvo gris, no había ninguna zona donde hubiera más o menos cantidad, casi podía interpretarse como algo simétrico, como si él mirase la nada a sus doce y luego a sus cinco viera lo mismo. Todas las direcciones le parecían la misma. El sol estaba justo encima de él, su brújula no le iba a servir por el momento. Guardó el paracaídas en la bolsa, saco una gruesa cera roja y pintó una flecha.
-"A la dirección donde apunta la cúpula del 24", así se fue concienciando mientras pintaba la flecha hasta que por fin emprendió la marcha, ya tenía un rumbo, aunque en esta ocasión se tenía que fiar del piloto del Mi-24 que le dejó allí. Se saca un pequeño estuche de entre sus decenas de bolsillos y revisa una cantidad de bolas cristalinas, que se llamaban nasyshch. Eran viscosas y frías.
-"17, se han pasado", estimaba el explorador que tendría suficientes esferas para saciar su sed, habían sido probadas para quitar la sed, una semana por cada bola. El era Ruso de parte materna. El aguante contra el hambre le vino de fábrica, no así con los líquidos, ningún ser humano que conociese podía pasar entre 3 y 5 días sin agua. Él en cambio no estaba del todo contento con el arma que le habían proporcionado. El rifle ruso ropot smerti 47 cumplía según su fuerza militar, su principal función que es olvidar el concepto de recarga o encasquillado y acertar en el blanco; pero parece que a los cerebritos se les olvidó que si el rifle caía en algun momento en un lago o charco se volvería inservible, o que el aire hiper comprimido hace demasiado ruido. Siempre habrá munición allá donde se respire oxígeno, pero con nuestro explorador rodeado de arenisca, la cosa puede ser diferente, su país de origen desarrolló esta arma en páramos gélidos y suelo blando, todo lo contrario a donde estaba ahora.
Si en estos momentos ya dudaba de mantener agarrado su smerti, entonces jamás estaría preparado para todo lo que viese e hiciera saber por escrito en su diario de bolsillo.
-"En este diario, jamás habrá palabras de un embustero, o hasta que tenga a Dios frente a mí", eso se recuerda para sí mismo.
-"Escriba con contundencia soldado Sigizmund, es preferible eso a que gaste pila y cinta para nuestras grabadoras, recuerde, guardeselas para las entrevistas importantes, luego en su diario, todo lo demás, como si escribe que allí los perros son el peor enemigo del hombre", eso fue parte de las últimas órdenes que recibió de sus superiores. Sigiz estaba seguro de que por primera vez, conocerá, algo mas que Homo Sapiens, más allá del horizonte blanco y gris.
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Todo Lo Bello Al Alcance De Nadie
Science FictionAlguien cae del cielo, en un yermo plano y gris, la arena es suave y blanquecina, y oculta todo allá donde ve nuestro compañero. Si no hubiera arena que le obstruyera, ni el narrador sabría interpretar lo que se ve, mas yo debo ver lo que os estoy...