Fuera de este mundo

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Y se nos fue la noche entera
Entre besos y quimeras
Debajo de una luna llena
Y nos dijimos pocas cosas
Justo lo que nuestras bocas
Quedaban libres para hablar
Y nos perdimos en la noche plata y negra
Y ahí comprendí que vivir vale la pena

Franco de Vita

Berlín, 2 semanas antes.

Un niño de casi 6 años, un niño que había crecido entre los brazos de una mujer lógica, pero a la vez hermosamente tierna y de buenos sentimientos, un padre ausente en el sentido que no estuvo presente en sus cumpleaños, pero que sabía que existía y que, en algún momento, como le dijo el abuelo Max, volvería y sería tan amoroso con él, que todos los recuerdos infames de esos primeros años de vida se borrarían y que no dejaría que nadie más le hiciera daño. Su mente rápida buscó estar a salvo, no porque le preocupara su vida de forma íntegra, sino porque mamá tendría mucha pena si algo le pasaba, un instinto de supervivencia no tan explicito en su formación, sino que le nacía del vientre y se le alojaba en el corazón.

Cuando un grupo de soldados con uniformes que no eran como el de su mentor Michell Staires, se lo llevaban, recordó las palabras que el "novio" de mamá le había advertido "eran malos". Estos lo llevaron donde un hombre en el cual reconoció su propio rostro, supo que de alguna forma había vivido esos escasos años de recuerdos en una mentira, y su madre le decía que era malo mentir, que los niños buenos no mentían, pero ¿eso también se aplicaba a los adultos?, ¿eran hombres malos?, ¿su mamá era mala?, no su mami no era mala, ella había cuidado de un pajarito que había caído del nido, su mamá era buena y eso no estaba en discusión, pero el hombre que ahora estaba frente a él, ¿era malo?, solo había una forma de saberlo.

- ¿Los niños que mienten son malos? – Preguntó el joven Parker, mientras estaba sentado en una silla, en la oficina del oficial Seeley Booth.

- ¿Qué? – Preguntó el hombre, recién le había dicho en palabras muy simples que él, era su padre y que desde ahora se quedaría con él, que no sabía aun donde estaba su madre y sus primeras palabras eran ¿los niños que mientes son malos?, sonrió, ciertamente este joven le haría perder la cabeza, así como perdió el corazón por su madre.

- Si, ¿los niños que mienten son malos o buenos? – Arremetió una vez más con esa pregunta aparentemente fuera de lugar.

- Si, los niños que mienten son malos y además nadie los respeta – El pequeño le devolvió una sonrisa y puso sus manitas en el escritorio.

- Me alegra poder confiar en usted, señor Booth – el soldado tuvo la necesidad de buscar micrófonos en su lugar de trabajo, pensando que el niño, su hijo estaba siendo utilizado para espionaje, o una mala broma de sus subalternos, pero se contuvo.

- Me alegra eso... Hijo – el niño lo volvió a mirar y busco las señas que su madre le proporcionó antes de que los soldados de la SS, se llevaran a su mamá, felizmente todo coincidía.

- Si, mamá siempre me contó que mi padre tenía ojos de cachorro abandonado y que un hombre leal, espero no nos defraude Señor Boo... Papá – Una buena señal eran las palabras del infante, significaba que Temperance, no había despotricado contra su ausencia, o que por lo menos había inculcado en su progenitor "algo de respeto.

- Bienvenido a la familia Booth, ahora solo nos queda encontrar a tu escurridiza madre – El niño le había acercado la mano como un saludo formal, el se puso de pie y le dio la mano como todo un caballero, pero sus sentimientos de pertenencia le habían ganado y abrazó tan fuerte al pequeño, que este respondió.

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⏰ Última actualización: May 30, 2021 ⏰

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