Parte II

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— ¿Señor Min? ¿Puede oírme? —dijo una suave voz femenina.

Yoongi frunció el ceño, liberándose lentamente de los brazos de Morfeo. Parpadeó varias veces e intentó abrir los ojos, pero la luz de los fluorescentes le cegó. Gruñó apretando los párpados, e intentó acostumbrarse poco a poco a esa luz del demonio.

— ¿Dónde estoy? —murmuró con voz ronca todavía con los ojos entrecerrados.

— Está en el hospital central de Seúl.

Ese dato fue lo que hizo falta para que el chico se despertara del todo y fue entonces cuando vio a la médica parada frente a su cama, endoscopio al cuello y carpeta en mano. Su largo pelo castaño le recordaba en cierto modo al de su madre, aunque parecía mucho mayor.

— Buenas noches, señor Min. Soy la doctora Kim —dijo la médica con una sonrisa cálida, extrañamente reconfortante—¿Sabe por qué está aquí?

Yoongi inspiró hondo y se llevó una mano a la garganta en un acto reflejo. El aire que había cogido le había atravesado la tráquea y era como si se le hubieran clavado mil astillas a la vez. Fue entonces cuando cayó en el tubo que tenía enchufado al brazo izquierdo. Siguió el tubito con la mirada, totalmente desubicado, y llegó al gotero que estaba a su lado.

— Tómeselo con calma, señor Min —le indicó la médica alzando las manos con cautela—. Eso es solo para hidratarlo y es normal que note una pequeña molestia en la garganta, hemos tenido que hacerle un lavado de estómago de urgencia.

Yoongi abrió mucho los ojos y una repentina sucesión de flashes empezaron a golpearle la cabeza: el baño, las pastillas... Mini.

La doctora Kim observó el pánico expandiéndose por el rostro del joven y soltó un suspiro. ¿Cuántos años tenía? ¿Veinte? Veinte años y ya se había visto empujado al límite de esa manera... Se quedó mirando su pelo de color menta, los piercings de sus orejas y la enorme mariposa de colores que tenía tatuada en su mano derecha y recordó la cazadora de cuero negra que había visto entre sus pertenencias con dos alas blancas dibujadas con spray.

¿Pertenecería a alguna de esas bandas callejeras? Desde luego, esa es la impresión que daba. Había visto su historial, no era la primera vez que ingresaba en el hospital por consumo de drogas y tampoco era la primera vez que su vida había estado pendiente de un hilo por ello. ¿Cómo era ese lema absurdo que le gustaba tanto a los críos de hoy en día? ¿"Vivir rápido y morir joven"? Menuda estupidez.

— Señor Min, ¿es consciente de lo cerca que ha estado de... —empezó la doctora, pero se fijó en que el chico tenía los ojos enjugados en lágrimas y decidió morderse la lengua— Bueno, ya está fuera de peligro, ¿de acuerdo? Hemos llamado a sus padres. Enseguida estarán aquí —afirmó esperando que ese dato le tranquilizara, pero Yoongi solo se limitó a desviar la mirada hacia sus manos, acariciándose el tatuaje con nerviosismo sumido en el silencio.

— Un miembro del departamento de psicología se pasará luego para hablar con usted —Yoongi apretó los labios ante ese dato y se giró para coger el vasito de papel que había en la mesita de noche con la idea de pedirle agua, pero las siguientes palabras de la médica casi hicieron que se atragantara con su propia saliva—. Por cierto, hay un chico en la sala de espera que ha preguntado por usted —el joven carraspeó y tosió, intentando recuperar el aliento—. Al parecer es la persona que llamó a urgencias. Parece bastante...

— ¿Enfadado? —susurró con una nota de pánico en la voz.

La médica frunció el ceño.

— Yo diría más bien angustiado. ¿Quiere que le llame? Podría hacer la vista gorda si me quedo tras la puerta. No podemos dejar solos a pacientes que han intentado... —las palabras se le agolparon en algún rincón de la garganta cuando esos ojos felinos se clavaron en los de ella— Bueno que... que puedo llamarle, si quiere —concluyó algo incómoda.

Yoongi estrujó el vasito de papel entre sus manos. Ni siquiera sabía si iba a poder mirarle a la cara después de lo que había pasado, pero llevaba tanto tiempo sin saber de él, que sus ganas de verle pudieron más que la vergüenza, así que finalmente, asintió en silencio y la médica se dirigió a la sala de espera para ir a por el chico.

Yoongi dejó el vaso arrugado en la mesita con manos temblorosas. El corazón le bombeaba con tanta fuerza en el pecho que podía sentir sus latidos en los oídos y, de pronto, oyó unos pasos acercándose a toda prisa por el pasillo.

El joven apretó la mandíbula, esperando en completa tensión, y entonces, la puerta se abrió de par en par.



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Broken WingsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora