Parte III

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— Yoon...

El chico alzó la cabeza y toda su ansiedad desapareció de un plumazo. Tampoco sentía ya ese dolor en la garganta, ni veía la luz cegadora de los fluorescentes. Solo existía él. Tenía a su Mini frente a él, en carne y hueso, y era tal la felicidad que sentía en ese momento, que su corazón se saltó un par de latidos.

Esbozó una breve sonrisa al comprobar que aún llevaba el pelo teñido de ese naranja tan único y seguía vistiendo enteramente de negro, pero entonces reparó en el resentimiento que desbordaban esos ojos infinitos y le dio un vuelco el estómago.

— Tenemos que dejar de vernos así —bromeó Yoongi con voz ronca, intentando aligerar el ambiente, pero solo consiguió que el joven arrugara el ceño.

— No tiene gracia, Yoon —sentenció Jimin.

Yoongi desdibujó su sonrisa y se relamió los labios con nerviosismo.

— Lo sé, perdona... —musitó el chico bajando la cabeza, avergonzado.

Jimin apretó los puños y dio dos pasos hacia la cama.

— ¿Sabes el infierno que acabo de pasar? —preguntó rodeando la camilla para ponerse frente a él.

— Lo, lo sé... —farfulló Yoongi sin atreverse a levantar la mirada.

— No, no lo sabes —replicó Jimin—. No tienes ni puta idea —reiteró subiendo el volumen de voz, sintiendo que la rabia le trepaba por el cuerpo—. Yoon, ¡mírame, joder! —exclamó indignado, agarrándole de la bata de hospital para atraerlo hacia él, pero cuando por fin Yoongi alzó la vista y esos ojos felinos que había echado tanto de menos toparon con los suyos, toda la rabia que sentía se esfumó de golpe.

¿A quién quería engañar? No estaba cabreado con Yoongi, estaba cabreado consigo mismo. Lo que había pasado era culpa suya, suya y de nadie más. Solo sabía hacer daño a la gente que quería, siempre había sido así. Hasta cuando, por una vez en su vida, había intentado hacer lo correcto apartando a Yoongi de su mundo, solo había empeorado las cosas.

— Mini... —susurró Yoon, sintiendo que se le encogía el corazón en el pecho al ver esos ojos tan tiernos con lágrimas, y soltó un jadeo de sorpresa cuando el chico se lanzó a sus brazos.

— Lo siento, Yoon, lo siento muchísimo... —sollozó contra su cuello, al tiempo que lo apretaba con tanta fuerza que parecía que iba a partirlo en dos.

Yoongi alzó los brazos, todavía en shock y le devolvió el abrazo.

— ¿Qué sientes, Mini? —susurró, sin entender.

— Todo es culpa... mía, lo sé —murmuró Jimin entre sollozos.

A Yoongi se le partió el alma al notar cómo el joven temblaba como un pajarillo contra él y lo agarró de los brazos para separarlo y poder mirarle a los ojos.

— ¿De qué hablas, Mini?

El chico inspiró con ímpetu, intentando tranquilizarse, y trató de secarse las lágrimas con la manga de su camisa, sin éxito.

— Intentaba... protegerte.

— ¿Protegerme de qué? —replicó Yoongi, con la confusión expandiéndose por todo su rostro.

— De nosotros... De mí —confesó.

— Mini, ¿de qué estás hablando?

Jimin volvió a respirar con fuerza, pero tenía un nudo enorme en la garganta amenazando con asfixiarle. Necesitaba sacárselo de dentro. Necesitaba decírselo ya.

Broken WingsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora