Capítulo 2

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Me encontraba sentada en el piso de la habitación, con la mano de mi nuevo amo esperando ser correspondida

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Me encontraba sentada en el piso de la habitación, con la mano de mi nuevo amo esperando ser correspondida.

La luz de la lámpara que estaba encima de nosotros empezaba a parpadear, y mi mano inconscientemente empezó a elevarse hasta estar a centímetros de sus dedos, pero un dolor en mi cabeza me hizo retroceder.

Mis ojos palpitaron, y al alzar la mirada, note que todo a mi alrededor empezaba a tornarse borroso he incoloro.

¿Qué me está pasando?

Entonces lo recordé.

Horas antes

⎯Necesito que hagas algo antes de irte.

El humo del cigarrillo y su forma tan calmada de hablar me daban claros indicios que lo que este viejo tramaba no era nada bueno. Además, nadie estaría tan calmado cuando tiene un cuchillo apunto de cortar su yugular.

⎯¿Qué es lo que quieres...?

⎯Quiero que me hagas un pequeño favor.

⎯¿De que favor hablas?

En el momento en que se acercó a mi oído y me dio esa orden mi cerebro instantáneamente me mando una señal de alerta, a lo que con total seriedad contesté:

⎯No.

⎯¿Por qué no? Recuerda que aún eres de mi propiedad y...

⎯¿No podría negarme? No molestes. Yo no soy de tu propiedad. Tú aquí sólo eres un peón más al que controlan. Es más, ⎯Acerco el filo a su piel. ⎯podría matarte aquí mismo y no importaría.

⎯¿Entonces no lo harás?

⎯No.

⎯Deacuerdo, deacuerdo. Me retiro.

Salió con las manos en alto dejando una estela de humo a su paso deteniéndose afuera de la celda. Tomó el estuche de cigarrillos de la bolsa de su pantalón apagando el cigarro mirándome de reojo.

⎯Ya pueden medicarla. ⎯Ordenó retirándose del lugar.

Presente

Ese bastardo pidió que cambiaran el contenido de las jeringas. Y si hizo eso entonces lo que inyectaron en mi cuerpo antes de la subasta fue...

No puede ser.

Como pude me levanté con mis piernas temblorosas y jalé el brazo del distinguido hombre poniendo mi barbilla en su hombro sorprendiendolo con mi acción.

⎯Señor Ackerman.

El movió su cabeza hacia mí, mientras que la mujer que lo acompañaba nos miraba sin entender lo que estaba pasando.

⎯¿Qué sucede?

De mi nariz empezó a salir una brillante gota de sangre alarmando a la chica, y con mi respiración lenta y mis ojos a punto de cerrarse, me aferré a su chaleco tratando de mantener la compostura.

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