Prefacio

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Walter.

—Ojos verdes, no pongas tanta sal en el estofado —le digo a Phoenix mientras le quito el bote de sal de las manos—. Solo déjame hacerlo.

—¿Podrías por favor dejarme hacer esto? —ella se queja haciendo una mueca adorable—. Nunca me dejas terminar de cocinar.

—Bueno, es que siempre te excedes con las especias —la quito del medio empujándola con mi cadera y ella rueda los ojos pero antes de irse de la cocina toma el salero que le quité y le echa una pizca más a la comida y luego escapa— ¡Hey! —reclamo, pero ya está muy lejos.

La veo tomar a Paris en brazos de la silla alta para bebés y mecerlo entre sus brazos. Tiene seis meses solamente pero es tan fuerte que se ve grande en los brazos de su madre. Por otro lado, tenemos a Juno. Con casi cinco años, es un terremoto y destroza todo a su paso. Nix está detrás de ella mientras destroza los carritos que le compró porque está jugando a que Godzilla ataca la ciudad que construyó con legos. Creo que no podría estar más orgulloso de esta imagen, porque cuando pensé que tal vez Phoenix y yo no llegaríamos tan lejos, estaba totalmente equivocado.

—Juno, ya te dije que no quiero manchas en mi alfombra ¡Más te vale que no voltees ese jugo! Te estaré vigilando —le advierte Phoenix a la pequeña.

—Sí, mamá —dice Juno, pero sigue tomando de su jugo como si nada.

—Ojos verdes, creo que la puedes poner la mesa —le digo desde la cocina, solo hay un mesón separándola del comedor y puedo verla en la sala dejar a Paris abajo a un lado de su hermana mientras se apresura a poner la mesa.

Termino de hacer el estofado y empiezo a servir. Nix acomoda a los niños primero y les sirve. Cuando estoy a punto de poner nuestros platos, suena el timbre. Nix me mira extrañada y yo la miro de vuelta. Ninguno de nuestros vecinos es tan imprudente como para tocar justo a la hora de la cena y mamá y están de crucero, los padres de Nix casi nunca vienen por aquí porque nosotros vamos a su casa más bien. Hamilton y Jane llamarían antes de venir, igual que cualquiera de los Tucker o los Morgan.

—Yo iré —le digo a Nix, poniendo su plato en la mesa.

Me apresuro hacia la puerta y el timbre vuelve a sonar antes de que la abra. Cuando por fin la abro, casi me caigo de culo cuando veo la cara de mi hermano mayor Tanner a quien no había visto desde hacía unos tres años. La última vez que estuvimos en la misma habitación había pasado aun mucho más tiempo, no me dirigió más de tres palabras. Estaba serio, sabía que solo estaba allí porque mamá se lo pidió. Fue una cena navideña. Ni siquiera le presenté a Nix o quiso ver a mi hija, simplemente estaba allí por mamá. Luego se fue y no volví a saber de él como siempre.

Sin embargo, aquí está. Y no está solo. A su lado hay un niño. Asumo que de unos diez u once años, trae una mochila consigo. Tiene el cabello rubio y lacio, un poco largo. Pecas en la nariz, como Tanner.

—¿Tanner?

—Walter —él suelta un suspiro—. ¿Puedo pasar?

—Um... —yo miro hacia el comedor, Nix frunce el ceño desde la mesa y yo volteo a ver a Tanner de nuevo—. Sí, claro, estábamos a punto de cenar —abro la puerta para que puedan pasar ambos.

Él toma al niño de la mano y lo arrastra dentro.

—¿Quién es tu acompañante? —le pregunto, cruzándome de brazos cuando por fin Tanner está dentro de la casa, mirando alrededor.

—Linda casa —dice, ignorando mi pregunta—. Tú y tu mujer sí que tienen buenos empleos ¿Eh? Mamá lo dice todo el tiempo.

—Sí, um... —asiento—. ¿Qué pasa Tanner? ¿Qué te trae aquí?

La niñera de al lado [GDN II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora