Get away car

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Llevaba encontrándose con ella durante todo el viaje.

Amelia había empezado aquel trayecto porque le habían dicho que era una carretera solitaria, que era el lugar a donde iban aquellas personas que no querían ser encontradas. Aquellas personas que incluso se querían perder en ellos mismos. Todo eran locales siniestros de mala muerte, donde no entraría ni el mismísimo diablo. Justo lo que quería ella.

Sin embargo, no contaba con la presencia de aquella chica. Llevaban varias semanas coincidiendo en los mismos bares y en los mismos hostales. Era una chica rubia, preciosa, con rasgos angelicales, que no acompañaba nada con su vestimenta. Iba como una estrella de rock. Ropa llamativa, pelo de colores, labios rojos y gafas de sol. No tenía ni idea de quien era esa chica y mucho menos de qué hacía por aquellos andares, pero desde luego, algo oscuro tendría que tener en su interior para hacer aquel camino.

Igual ella también escapa de sus demonios.

El caso es que Amelia se subió en su coche para salir de aquel hostal en el que había pasado la noche, y sí, también había coincidido con ella. Giró la llave de contacto y arrancó el motor. Aquel ruido estaba siendo uno de sus mejores compañeros durante aquel trayecto. Le encantaba escuchar aquel rugido.

Se incorporó nuevamente en la carretera para seguir su viaje. Era curioso, cada noche se acostaba deseosa con que fuera de día para volver a emprender su camino, pero no quería llegar a su destino. Simplemente quería conducir para despejar sus pensamientos. Quería conducir hasta que la carretera se desdibujara y no existiera nada, hasta que nada importara, sólo los kilómetros contando en el marcador.

Aunque su intención era viajar sola, no lo hacía. Porque la imagen de esa rubia no se iba de su cabeza. ¿Qué le habría hecho? No era para nada el tipo de chicas que le gustaba a Amelia, con esa cara de inocente y desvalida. Quizás fuera eso, quizás le llamaba la atención la actitud tan contraria que llevaba, como si estuviera enfada con el mundo.

Mientras conducía, empezó a rememorar aquellos choques que habían tenido los últimos días.


Dos semanas atrás

La morena se había sentado en la barra mientras dibujaba formas en el vaho de su cerveza con su dedo pulgar. Ese día había sido un día difícil, de los que apenas había conseguido aparcar sus pensamientos, ni la música a todo volumen saliendo por los altavoces de su coche lo había conseguido.

Un ruido la sacó de sus lamentaciones. Se giró y se dio cuenta de cómo una chica rubia jugaba sola en la mesa de billar de aquel bar. No se había fijado en ella hasta ahora. Un grupo de hombres con pinta de ser bastante babosos estaban observándola. En realidad, todo el bar lo hacía. Jugaba increíblemente bien, como si estuviera acostumbrada a jugar en bares de mala muerte, como si aquello fuese su vía de escape. Aunque en realidad, no todos se fijaban en el juego... cada vez que aquella chica se inclinaba para golpear la bola, provocaba unos cuantos infartos (y unas cuantas erecciones). Tenía una figura espectacular, ceñida en unos vaqueros rotos y una camiseta negra metida por dentro. Cuando metió la última bola, todo el bar aplaudió y la rubia pareció salir de su propio mundo donde solo existían esa mesa y ella. Se fijo en como todos la felicitaban y la miraban sonrientes, excepto una sombra sentada al final de la barra, que simplemente la miraba sin ninguna expresión en la cara.

Amelia se dio cuenta de que había sido descubierta, pero le dio igual, siguió mirándola. La chica se tomó de un trago lo que le quedaba de cerveza, se colocó la chaqueta de cuero y salió por la puerta pasando por el lado de la morena y, por una milésima de segundo que duró siglos, sus miradas se cruzaron. Cuando salió del local, la puerta quedó abierta y Amelia vio cómo se montaba en una Harley para continuar su camino.


Get away car (Luimelia One Shot)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora