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Los sábados en la cafetería Puzzle solían ser calmados, siendo que el acogedor lugar se encontraba en la zona rural de Daegu

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Los sábados en la cafetería Puzzle solían ser calmados, siendo que el acogedor lugar se encontraba en la zona rural de Daegu. Los clientes habituales se paseaban, sus órdenes ya siendo memorizadas por los fieles empleados, algunos clientes hasta solían quedarse un rato más siempre y cuando no tuvieran trabajo en el día. Comentaban de todo entre risas mientras el olor del café golpeando sus narices los despertaba y los mantenía alerta para un nuevo día. Hablaban de las noticias nuevas, de lo que pasaba en el lado más poblado de la ciudad, del gobierno y las decisiones del presidente, aveces comentaban de los hijos de viejos vecinos que se iban a casar o ya se habían graduado mientras comían crossains, incluso la dueña de la cafeteria, la señora Oh, de vez en cuando detenía sus movimientos y comenzaba a conversar con los clientes así provocando una de las mejores atmósferas entre los pequeños locales que había en la ciudad.

Todo era pacifico, los sábados en la mañana se sentían como el canto de un pájaro recién nacido en una calle silenciosa.

Por supuesto, hasta que llegaba él, interrumpiendo todo como un fuerte bocinazo.

Con su cabello inapropiadamente en dos tonos, una chaqueta de cuero muy grande para pertenecerle, pantalones rasgados y ajustados, y botines que lo hacían lucir más alto.
Y siempre, sin falta, el cigarro entre sus dedos. Pasaba el cartel de "NO FUMAR" con burla y se detenía en medio de la cafetería a mirarlos a todos sin interés.

Habían ocasiones en las que personas contaban con la suerte ya sea la buena o la mala de no ser frecuentes los sábados o tal vez nunca haber pisado aquel lugar, estos siempre se detenían a mirarlo y a preguntarse quién era, ¿por qué todos y todas dejaban de hablar cuando él pasaba? ¿por qué todos lo miraban con atención? ¿por qué la dueña de la cafetería parecía apunto de llorar?

La señora Oh detrás de la barra soltó un suspiro, el chico camino hacia ella con pasos lentos pero graciosos, sus hombros se movían con gracia y era como si diera un pequeño salto por cada uno de sus pasos. Llegó frente a ella y apoyó sus codos en la barra, a su lado un señor que comía donas sin dirigirle la mirada se alejo un tanto de él, tal vez por el olor a humo, tal vez solo porque si, no le importaba mucho en realidad.

-Buenos días.

El asintió mirando el menú con atención como si no conociera todas las opciones al pie de la letra, movió el pequeño cilindro que se consumía cada vez más rápido entre sus dedos, le dio una calada y soltó el humo a un lado.

-Quítate.

Nadie dijo ni hizo nada, él seguía mirando hacia el frente y era confuso saber a quien se refería.

-¿Disculpa?

El chico al fin la miro pero fue por pocos segundos antes de mirar al hombre a su lado.

savages [marknoren]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora