Capítulo I

39 5 0
                                    

Nico di Angelo odiaba los martes. Odiaba el sol demasiado radiante. Odiaba los espacios demasiado cerrados. Y por sobre todo, Nico di Angelo odiaba las plumas falsas de los disfraces que llevaban acumulando polvo desde hacía años en la bodega del club de teatro. Ahí dentro, apenas acurrucado junto a lo que parecían haber sido un par de alas de ángel, comenzaba a preguntarse si realmente había valido la pena ahorrarse las dos horas de caminata hasta su casa en lugar de esperar a su hermana. Miró la hora en el reloj, 30 minutos adelantado, que llevaba en la muñeca."2:45", suspiró, cansado "No, más bien es 2:15", apenas 5 minutos después de la última vez que había revisado. Aún hacían falta al menos otros 45 minutos hasta que pudiera irse. La clase de pintura de su hermana solo duraría hasta las tres, y después de eso el chofer de su padre pasaría por ambos para llevarlos a casa. Solo 45 minutos más.

Intentó encender su teléfono una vez más, sin suerte, hacía un rato que se había quedado sin batería. Lo dejó a un lado junto a las cartas de mitomagia que había estado hojeando hacía un rato. Tomó una de las capas colgadas junto al par de alas que comenzaban a picarle la nariz y le sacudió el polvo. La hizo un bulto y se recostó contra la pared, intentando al menos que la oscuridad de ese rincón abandonado de la escuela le ayudara a conciliar el sueño.
Lo siguiente que escuchó fue el estruendo de alguna armadura falsa de aluminio al caer al piso, seguido del grito ahogado de un chico.

— ¡Mierda! Pollux va a matarme

Nico levantó la cabeza sobresaltado. Miró al chico que acababa de entrar en la bodega. Alto, de cabello dorado que casi parecía brillar por su cuenta, y ojos tan azules como el cielo de verano. Su cara le sonaba de alguna parte, pero no podía recordar de donde.

— Bueno, alguien llegó aquí antes que yo ¿Tú fuiste el que movió esta armadura?

Nico asintió con la cabeza. Había puesto la armadura junto a la puerta a propósito, para escuchar en caso de que un profesor quisiera entrar a regañarlo por estar ahí. De todos modos, ¿quién se creía ese chico para entrar así en su refugio? Llevaba semanas escabulléndose ahí después de clase cada martes, con tal de no tener que soportar el horripilante sol de abril que había afuera. Puede que fuera tan pequeño que incluso en ese momento no fuera capaz de acostarse a sus anchas; Que estuviera tan polvoso que sabiendo de ahí pasara al menos dos horas moqueando; y que apestara a ropa y muebles viejos: Pero era su lugar.

— Y si hubiera sido yo ¿Por qué debería importarte?

El rubio lo miró molesto por unos segundos, como si quiera responderle. Por un momento, Nico se preocupo. Bastaba con ver a ambos chicos parados uno junto al otro para saber que no era una pelea en la que tuviera oportunidad. Sin embargo, el rubio relajo su rostro y se sentó junto a Nico, casi desparramándose por el suelo en el proceso.

— No me importa — agregó con voz débil — No te molesto, ¿Verdad?

Nico miro al chico con más detenimiento, ahora que lo tenia más cerca. Se veía fatigado. Tenía las mejillas un poco sonrojadas por el sol, cubiertas de pecas marrón claro. El cabello rubio se le pegaba a la frente, un poco empapado de sudor. Fue entonces cuando noto su uniforme del equipo de baloncesto, en los colores de la escuela: naranja, azul y blanco, con un enorme 7 al frente. Un nombre vino a su mente casi de inmediato "Solace, William Solace, con razón me pareció que lo conocía". Miró su reloj una vez más, si sus cálculos no fallaban, ya eran pasadas las 3:15. Buscó su mochila a tientas y guardó el manojo de cartas y su teléfono lo más rápido que pudo. A su lado, Solace parecía a punto de quedarse dormido.

Nico se levantó con cuidado.

— De todos modos, ya me iba — Dijo en tono tranquilo

El rubio lo tomó del borde de la chaqueta. Nico reprimió un insulto, aquí venia, sabia que un chico como Will no lo dejaría ir tan fácilmente después de haberle hablado tan mal.

— No te vayas... siempre me gusta tener ccompañía

Nico alzó una ceja, confundido. Le sonrió de forma casi burlona, mirándolo por encima del hombro.

— Te aseguro que no soy buena compañía

Solace le sonrió, casi con tanto entusiasmo que Nico creyó ver su dientes brillar por sí mismos. Ahora podía entender porque solía ser tan popular entre las chicas de su clase.

— No podré saberlo a menos que te quedes, ¿O no? — se acomodo el cabello sudado hacía atrás, casi como en un gesto aprendido — Te propongo algo, nos sentamos y charlamos un rato. Algo me dice que no va a ser la primera vez que te vea aquí

Nico soltó una risita fingida, "Debe de ser el sueño, siempre nos pone a todos un poco atontados"

— ¿Y? ¿Quién dice que voy a seguir viniendo después de esto? Este lugar acaba de perder su atractivo

— Y ese era...

— Que era silencioso y solitario

Will soltó una risa alegre

— Lo haces sonar demasiado sombrío— Se encogió de hombros — solo quiero que compartas un poco de tu tiempo conmigo

Nico suspiró, visiblemente harto por la conversación "Claro, como si alguien como él quisiera pasar tiempo conmigo. Seguro solo quiere agradarme lo suficiente para que lo deje en paz." Respondió en tono sarcástico

— ¿Ah sí? ¿Y qué obtengo yo a cambio de mi valioso tiempo?

El rubio permaneció en silencio unos segundos, que a Nico le parecieron una eternidad.

— Esta sonrisa — Le respondió Will, levantando la cabeza y sonriendo mostrando los dientes.

Di Angelo negó con la cabeza y se soltó de su agarre. No pensaba perder más tiempo del necesario en esa escuela, y mucho menos con alguien que seguramente se burlaría de el junto a sus amigos al día siguiente. Jules - Albert, el chofer, ya debía de estarlo esperando fuera de la escuela junto a su hermana. Y estaba seguro de haber escuchado a alguien gritar su nombre a lo lejos.

— Quizás otro día Solace

Soltó con voz tajante y salió del almacén de teatro hacía el escenario, antes de poder escuchar una respuesta. Se apresuró, casi tratando hacia la entrada de la escuela. Preguntándose por qué una parte de él, esperaba volver a ver al chico rubio, con esa sonrisa cálida en su rostro al día siguiente.

When the Day met the Night |SolangeloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora