Epílogo

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—¿Tú crees que hay vida después de la muerte? —le preguntó la chica de cabello negro mientras tomaban un café a la salida de las prácticas.

Era una pregunta compleja, jamás se lo había planteado detenidamente. Bueno, él creía que tenía que haber algo después de la muerte pero, ¿eso sería otra vida? A lo mejor solo morían y ya, la oscuridad finalmente los envolvería para dejarlos descansar.

—Tampoco me importa —contestó el rubio simplemente, la muerte se veía demasiado lejana para un chico de dieciocho años—. ¿Te dan miedo las prácticas, rarita? ¿Crees que vas a morir o algo?

—¡Claro que no! —exclamó la chica con un pequeño sonrojo adornando sus mejillas—. Es solo que me gustaría saber qué pasa después. Imagínate que alguien a quien amas muere. ¿No te gustaría volver a verlo?

Algo dentro de él se removió con fuerza ante sus palabras. ¿Que si le gustaría volver a ver a alguien que ama? No tenía una respuesta clara tampoco para esa pregunta, pero suponía que si su amiga muriera le gustaría volver a verla en otra vida.

Se encogió de hombros con desinterés, bebiendo un poco del líquido caliente resguardado en la taza.

—Es raro que pienses en ese tipo de cosas —se sinceró una vez que dejó la taza en la mesa. Su boca sabía a granos de café y leche, un sabor que recientemente había descubierto que le agradaba—. Además, sería una mierda que hubiera otra vida después de la muerte.

—¿Por qué?

—Porque podrías tener que volver a vivir la muerte de alguien a quien amabas. —Su corazón latió desesperado y sus ojos se llenaron de lágrimas. ¿Por qué lloraba si jamás había perdido a alguien que amaba?—. O peor, imagina que esa persona no existiera en tu siguiente vida.

La cafetería se volvió extrañamente pequeña en ese preciso instante. Sentía como si las paredes se acercaran cada vez más a él, como si el aire le faltara y todo se volviera mucho más agobiante. Quería salir de ahí, necesitaba terminar esa conversación.

Unos brillantes ojos rojos perseguían a su mente cada vez que la palabra muerte aparecía en las diversas conversaciones que mantenía. ¿Quién era el portador de semejantes ojos? ¿Por qué lo atormentaba siempre que el tema salía a la luz?

—Pero imagínate poder vivir otra vida a su lado. Podrías volver a hacer miles de cosas con esa persona y podrías ser mejor que en tu otra vida —soñó la chica mientras bebía de su taza de té. Esas malditas hierbas valían más que su hogar, aún así la de pelo negro siempre lo pedía.

—A lo mejor en esa vida no amas a las mismas personas que en esta.

—Yo creo que hay personas que simplemente están destinadas a amarse. Da igual en qué vida sea, siempre acabarán irremediablemente unidas.

Sus palabras se colaron en su corazón y echaron raíces a su alrededor. Una parte de él parecía extrañamente deseosa de que eso fuera verdad, que simplemente hubiera almas destinadas a reencontrarse. Todavía no entendía el por qué de ese ansia, aunque su respuesta no tardó en entrar por aquella puerta de la cafetería.

Tenía el cabello liso y negro como el carbón, vestía una enorme sudadera roja que le llegaba hasta la mitad del muslo y su sonrisa parecía deslumbrar la estancia. Todo en él llamaba la atención, hacía que la gente simplemente se girara a contemplar su vitalidad.

Su corazón pareció emocionarse al verlo, como si lo hubiera reconocido; él no conocía de nada a ese chico, jamás lo había visto antes. Sabía que no lo conocía y, aún así, una parte de él le suplicaba que se acercara a charlar con aquel hermoso chico.

El de cabello oscuro buscó con la mirada una mesa en la que sentarse y, casi como si el destino hubiera dispuesto todo para que aquello ocurriera, sus miradas chocaron con intensidad. Eran aquellos ojos rojos que siempre le perseguían, esos que lo atormentaban pero lo llenaban de dulzura en todo momento.

Sentía que el mundo se había detenido en cuanto le vio dar un paso hacia él, totalmente decidido a acercarse. A lo mejor había visto un lugar que le gustaba, un sitio donde sentarse junto a la pequeña joven castaña que iba a su lado; era una posibilidad, pero su corazón rogaba que se moviera para ir hasta él.

Avanzó cada vez a mayor velocidad, como si estuviera desesperado por llegar de una vez a su destino. Y, cuando llegó a la altura de su mesa, se detuvo esbozando una sonrisa estúpida que casi lo hace sonrojar.

—Hola —dijo como si se conocieran de toda la vida, obviando el hecho de que eran dos desconocidos.

—Hola —contestó sin pensar, movido por el impulso de seguir junto a él.

—No sé quién eres pero... —El chico pareció avergonzarse al analizar lo que iba a decir, lo cual le pareció muy tierno— pero quiero conocerte. Tengo la sensación de que llevo buscándote mucho tiempo.

Era como si los hilos del destino, enredados y maltrechos, hubieran sido arreglados de golpe. Sus corazones latían al mismo compás y, por una vez, el cenizo sintió que un hueco por fin había sido llenado.

Entonces Momo le miró, rebosante de felicidad, como si ella hubiera sabido desde el principio que eso debía pasar. La vio sonreír y guiñarle un ojo, mover sus labios sin emitir sonido diciendo "te lo dije".

—Soy Kirishima Eijirō —se presentó el chico con una brillante sonrisa y un suave sonrojo bañando sus mejillas. Sentía su corazón latir desbocado contra su pecho cada vez que esos profundos ojos le dedicaban una mirada más larga de lo normal, haciendo que no fuera capaz de reconocerse. ¿Desde cuándo ese estúpido órgano se aceleraba ante la presencia de alguien? Es más, ¿por qué solo lo hacía cuando se trataba de ese extraño chico?—. Y sé que no nos conocemos, que puede ser una locura pero... Mi corazón me dice que esto es lo que tengo que hacer, que tengo que hablar contigo. No sería nada varonil ignorarle, ¿sabes?

Podía simplemente mandarlo a la mierda y olvidarse de toda esa extraña situación; podía ignorarlo y seguir con su antigua y aburrida vida; podía... Pero no quería. Algo en él gritaba porque también se presentara, porque las vidas de ambos se entrelazaran.

Y él, el egoísta y para nada sensato Bakugō, decidió seguir por una vez a su corazón. Porque desde que sus ojos se encontraron, la idea de no volver a verlos se sintió como un doloroso peso en su pecho.

—Soy Bakugō Katsuki —contestó mientras trataba de esbozar una sonrisa arrogante, probando si la voluntad de conocerlo del chico era demasiado débil. Él no dudó, no lo rechazó, simplemente hizo aún más grande su sonrisa al escuchar su nombre—. Y tus métodos para ligar no funcionan conmigo.

La risa cantarina de Kirishima llenó toda la estancia, volviéndola mucho más colorida y hermosa. Y su estúpido y jodido corazón, emocionado, decidió que era una buena volverse loco por ese chico que acababa de conocer. Porque todo en él gritaba que a partir de entonces su vida sería mucho mejor.

Y aquel 23 de Julio, Bakugō creyó que realmente era posible que algunas personas estuvieran irremediablemente unidas. Ese 23 de Julio, le llevó a creer que volvería a encontrarse con ese chico en esa y en todas las vidas que siguieran a ello.

❤️❤️

Publicado el: 14/12/2021.
1236 palabras.

💫Notas de autora: Me siento fatal por esto. Tenía el epílogo escrito desde hace mucho para compensar el dolor de los capítulos anteriores y se me olvidó completamente subirlo, perdón. Espero que al menos os haya gustado y compense un poco el sufrimiento de los anteriores capítulos❤️

Para ti, una última vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora