"Sin alarmas y sin sorpresas, por favor".
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Esa escuela barata no ofrecía una buena educación, pero era mejor que nada, el tiempo en clases pasaba muy rápido para algunos, a otros se les hacía eterno.
Midoriya Izuku fue el último en entrar al salón antes de que el profesor llegara atrás de él y dejara la puerta abierta.—Mmm buenos días a todos— dijo con su tono de voz cansado, ¿alguien podría culparlo? llevaba más de veinte años dando clases en el mismo lugar mediocre, con un sueldo horroroso y con mocosos inútiles que poco se preocupaban en su futuro—En este último año de secundaria se integra al grupo una compañera nueva, seamos amables con la señorita ______.
La puerta se abrió y entró a paso lento una jovencita de estatura promedio, cabello ondulado y negro que le llegaba por debajo de los hombros, traía el uniforme escolar y su mochila era negra.
La primera impresión que tuvieron todos acerca de ella, fue que se veía bastante simple; siendo más específicos, Katsuki la catalogó como una extra más.Pero Izuku, Izuku mantenía la vista clavada en la ventana, más específicamente, en el hermoso paisaje que ofrecía japón. ¿Por qué interesarse en la chica nueva? No sería nuevo que en un par de días le metieran ideas a la cabeza y terminara convirtiéndose en alguien superficial, vacía y sin chiste.
Entonces ahí sí que sería una extra.
—Por favor, escoge un asiento.
La chica, algo nerviosa, buscó con la mirada un lugar vacío, de repente se sintió abrumada, pues tenía a medio salón mirándola, con tanta hostilidad que dolía.
Hostilidad, indiferencia, sintiéndose superiores a ella, con el ego a un nivel impresionante.
Pasó saliva con dificultad y entre toda la clase encontró un asiento cerca del único chico que no la miraba, no lo pensó dos veces antes de ir allá.
—Bien, ahora que todos están integrados, empezaremos las clases, todos saquen su libreta.
La mayoría dejó salir un sonido a modo de queja, pero obedecieron, la chica había olvidado revisar su horario, no tenía idea de qué clase era esa y el profesor no se veía lo suficientemente amable como para preguntar, observó a sus compañeros y a nadie parecía interesado en la clase, quizá había otros más perdidos que ella.
"Maldición"
Escuchó maldecir al chico de al lado, lo miró y notó que se le habían caído sus lapiceros al suelo. Se apresuró a ayudarle recogiendo los que cayeron cerca de su asiento.
—Aquí tienes.—Dijo con una cálida sonrisa, dándole los objetos.
—G-Gracias...— respondió tímido y con un tono de voz bastante bajo, alzando la mano para tomar sus cosas, observó que su delgada mano temblaba un poco.
Recordó entonces su pequeño problema, por lo que rápidamente le volvió a hablar.
—Oye, ¿qué clase es esta? olvidé revisar mi horario...
De pronto Izuku Midoriya se sintió ajeno a todo, de repente su nueva compañera se iba alejando lentamente hasta desaparecer en el vacío, desde hace bastantes años que nadie le dirigía la palabra sin insultarlo de por medio.
Vivía aislado del mundo por varias razones, perteneciendo a un mundo totalmente distinto al del resto, aceptando tristemente que su destino era permanecer solo durante un muy buen tiempo, al menos hasta que terminara sus estudios, tenía la ligera esperanza de que todo estaría bien una vez que se alejara de la escuela, los estudios, de sus compañeros y básicamente de todos y todo aquello que le hiciera daño.
Todas los días por las mañanas, en su mente llegaba la misma interrogante:
"¿Por qué?"Su sufrimiento parecía no tener un inicio ni un final, realmente no recuerda cómo es que comenzó toda esta mierda, desde que tiene memoria ha sentido como si el mundo le escupiera en la cara una y otra vez, nunca ha sentido que encaje -sin importar el lugar a donde vaya- y, cuando cree que ha logrado encajar, algo o alguien se encarga de estropearlo todo.
Un buen ejemplo de esto podría ser su infancia y la terrible suerte de haberla compartido con cierto rubio de ojos rojos, el sujeto que ahora mismo está observando a la distancia su casi nula interacción con la tipa nueva, misma que se ha quedado confundida al no obtener respuestas, aún más al ver a este chico pecoso con la mirada perdida en una dirección en específico, volteó lentamente hasta encontrar el rostro divertido de otro chico.
Izuku se congeló, pues sabía lo que vendría.
Bakugo Katsuki abriría su gran bocota.
—¿Qué pasa, Deku?— en su voz se podía percibir la burla, y apenas terminó de hablar y ya tenía la atención de todos, justo como le gustaba.—¿Tu diminuto cerebro no te permite responder a lo que te está preguntando la extra esa?
Y las burlas empezaron.
Y las lágrimas, traicioneras como siempre, salieron de sus ojos sin su permiso.
Y una gran impotencia nació.
______ se enojó tanto, no toleraba este tipo de situaciones, y el profesor miraba con indiferencia la escena, como si le diera igual -que era evidente-, como si el acoso hacia un estudiante no importara, como si no valiera nada su integridad física y mental.
Apretando los dientes y cerrando los puños se levantó de su asiento, pero antes de poder decir algo vio que el pecoso también se levantaba del suyo de manera apresurada, se escuchó el ruido de la silla cayéndose y los pasos del chico que corría a la puerta, buscando escapar del infierno, sin importarle haber empujado a la chica nueva en el proceso.—¡Oye, espera!— gritó alzando la mano, como si pudiera alcanzarlo, pero fue en vano.
Y justo cuando pensó que sería todo, uno de los seguidores de ese chico rubio le metió el pie a Midoriya, provocando su inminente caída y ocasionando más ruido en el aula, entre todas esas escandalosas risas Bakugo se acercó al peliverde -que ya estaba cerca de llegar a la puerta-, lo miró con tanta indiferencia que Izuku se preguntó fugazmente si en serio ese tipo fue su amigo de la infancia, dolió verlo realizar una acción tan sencilla abrir la puerta para él.
Como si no lo acabara de humillar hace segundos.
—¿Qué esperas? Deku, cobarde de mierda...— su tono de voz se escuchó neutro, gélido, frío.
Los alumnos empezaron un coro:
"Deku" "Deku" "Deku"De pronto su vista se puso borrosa, todo le daba vueltas, escuchaba distorsionada las voces de sus compañeros, le faltaba el aire, su cuerpo temblaba, ya ni sabía si seguía llorando, pero agarrando fuerzas de quién sabe dónde, se logró poner de pie y corrió lejos, muy lejos, tratando de esconderse de sus cazadores.
Porque en el mundo que le rodeaba, él era una presa.
Una maldita y cobarde presa.
Y su odio hacia sí mismo aumentó un gramo más.
Patético.
Notas de Autora.
Espero que no juzguen las canciones todas rancias que vaya escogiendo para algunos capítulos.
Y sí, lo sé, estoy cambiando todo el fanfic, pero es por su bien (no).
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El Niño De Los Ojos Tristes. (EDITANDO)
FanfictionUna mirada dice más que mil palabras. Un rostro afligido se nota a kilómetros. Ojos, puedo verlo en tus ojos, esa mirada tan triste que siempre cargas, en tus hombros llevas problemas tuyos y de los demás. Tú, aquel que siempre está cuando alguien l...