CAPITULO 1

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Cansada, dejo en el suelo con algo de brusquedad la última caja de la mudanza, con eso, suspiro aliviada limpiandose un rastro de sudor en la frente con su brazo derecho. Aprovecho para descansar por unos segundos en el marco de la puerta, para darle algo de propina al señor del camión de la mudanza.

Finalmente agradeció a algunos familiares por haberle ayudado, para suavemente cerrar la puerta. Miró con claro fastidio la cantidad de cajas y bolsas, junto a los escasos muebles amontonados en su sala.

Sonrió para si misma, quien diría que tan pocas cosas harían tanto bulto, aún así, retomó aire para empezar a acomodar, al menos tener algo de espacio para caminar y ya dejarlo para otro día.

Cuando terminó con pereza y algo de dolor en los brazos, preparo una sopa. Una satisfacción y calidez le abrazo el alma, haciéndole recordar aquel característico aroma de la cocina de Mamá, inclusive de la Abuela. Sus hombros se relajaron y por un segundo olvidó que estaba cansada.

Un sonido proveniente de la puerta del patio trasero, le regresó los pies a la tierra, desconcertada miró en aquella dirección. Hasta que reconoció lo que se escuchaba, era un gato.

Algo emocionada abrió la puerta, para bajar la mirada encontrándose con unos ojos curiosos de un gato adulto, el cuál estaba sentado justo enfrente de la puerta. Con lentitud, se colocó en cunclillas para acercar de la misma manera su mano a ese minino nada temeroso.

Él solo estaba allí, observando a una chica que se resistía por no abrazarle, aún así, olfateo por un par de segundos los dedos de aquella delicada mano para después dejarse acariciar por la misma. La simple escena era adorable.

— Bueno.. ¿De dónde saliste, Pequeñín? —. Preguntó sin esperar respuesta, acariciando aquel pelaje oscuro mientras el bigotón entraba con elegancia a la casa. — Hmm... No pareces de casa ¿Tendrás dueño? —. Se atrevió a dar el beneficio de la duda, aunque el aspecto delgado, sucio y descuidado del animal afirmaba algo.

Allí fue donde recordó que dejó la la sopa en la estufa, con rapidez se levantó para apagarla y con cuidado servirse mientras el minino se atravesaba entre sus piernas, maullando en un intento por llamar su atención. Algo que logró.

— ¿Que paso~? ¿Tienes hambre? No creo que te guste la sopa o si? Porque ahorita no tengo nada más —. Dijo mirando a aquella bola de pelos y el mismo le devolvía la mirada, mientras servía un poco en un plato hondo que aparentemente ya no iba a utilizar, no tenía porque preocuparse, después de todo solo ella vivía allí.

Espero un poco mientras se enfriaba un poco la comida, no quería quemar la lengua del gato por las risas. Minutos más tarde, se encontraba mirando a un gato, quien observaba dudoso aquel plato en frente suyo.

— Tampoco es como si te fuera a envenenar, mira —. Tomó su plato ante la mirada de aquel pulgoso, sopló un poco para probar una cucharada de aquella sopa. Le había quedado mejor que otras veces, él minino no espero más y empezó a comer, a su manera pero comer es comer.

La chica supuso que el minino debió tener tanta hambre como para comer algo que no tuviera pescado o carne como tal, una vez que llegó a aquella conclusión, tuvo la idea de quedarselo.

Aunque intentaba no encariñarse tan pronto, en caso de que el gato escapará o un inesperado dueño apareciera. Hasta entonces, podía catalogarse como una Mamá gato, en otras palabras a una "Karen". Se alegro ante la idea, mientras tanto ella como el bigotes disfrutaban de la comida.

— Espero no te vaya a hacer daño, tan capaz te da diarrea o algo. —. Recordó, arrepintiendose de darle aquello al pequeño. Chasqueo la lengua después de todo no podía hacer nada, aparte de cruzar los dedos para que el gato estuviese bien.

*Hasta aquí el primer capítulo, espero les guste. Por favor, dejen su ¿Like? y si quieren un comentario. Está historia me salió nomás del ocio, así que, si les gusta continuaré. Gracias!

¡Ah, Es un Tío! [Chico gato y Tú]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora