❝La deidad que nació de una maldición❞
❰ 白蛇 - Serpiente Blanca ❱
Itadori Yuuji tenía al Rey de las Maldiciones habitando dentro de él
Yonezawa Chiho tenía un Dios serpiente arrastrándose dentro de ella
Eran diferentes pero al mismo tiempo i...
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─El santuario rojo
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Los tres estudiantes del primer año del colegio técnico de la magia se encontraban bajando de la estación de la prefectura de Ishikawa-ken, enterando se que estaban al rumbo a un santuario común y corriente, y que dos de ellos, Kugisaki y Itadori, lanzaban una ola de quejas hacia al profesor porque éste les había prometido ir a un lugar divertido, sin embargo se encontraban de camino a aquel lugar aburrido y para nada divertido.
—Llegamos —el mayor avisó a sus estudiantes, deteniéndose en la entrada del dichoso lugar, con una sonrisa y con un entusiasmo muy diferente a los estudiantes.
—¿A qué venimos aquí?— preguntó el de las hebras rosas—. ¿Nos pondremos a rezar?
—¿Iré a desperdiciar mi tarde aquí?— agregó Kugisaki.
—Que chistoso, pero no. Venimos a exorcizar a una maldición— apenas terminó de hablar y los tres cambiaron de aptitud. Y siguieron a Gojo-sensei cuando éste entró.
Era algo extraño el lugar pues, si bien el profesor había dicho que iban a exorcizar a una maldición, pero no sentían ninguna presencia maligna ni nada por el estilo.
—Buenos días —alguien les habló por detrás con una voz serena y joven.
Los cuatro voltean a ver para saber quién era el que les habían hablado. Y vieron a aquel chico vestido de un sacerdote de rango alto con las típicas color blanco y rojo.
—Mi nombre es Yonezawa Shinshi —era un joven sacerdote, sonriente, con el pelo de color castaño, tenía unos ojos verdes y parecía ser muy carismático—. Soy el sacerdote de este lugar. ¿Les gustaría un recorrido? —sonrió aún más.
—No, gracias —rechazó el de los cabellos blancos—. Verá, nosotros venimos a exorcizar.
—Pues, como pueden ver —extendió el brazo para que echaran un gran vistazo al lugar—. Aquí es un santuario, un lugar sagrado, no van a encontrar ningún objeto maldito.
—Buen intento —dio un aplauso como si lo estuviera felicitando—. Por ahora, no buscamos un objeto maldito, buscamos a una persona maldita y tenemos razón para creer que se trate de su hermana.