Prólogo

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Rojo.
Un olor metálico y dulce.
La vista nublada y alguna que otra lágrima se hacía presente.

¿Por qué tenía que perder lo que era todo para mí otra vez?

La lluvia, que se entremezclaba con la sangre, el sudor y las lágrimas, era fría. Pero, eso debía de estar bien, ya que no sentía nada.

Nada más a parte del dolor. El dolor de la traición.

La traición de la persona a la que consideraba mi igual, mi reflejo en el espejo. Alguien en quien confiaba. Era la única persona a la quien le había abierto mi corazón y le había mostrado mi ser, sin tener que esconderme en el "velo de persona".

Pero, esta traición era algo imperdonable. Una mentira tras otra, todo para intentar que mi vida acabase entre cuatro paredes en una celda, poniendo fin a mi libertad.

Aún puedo sentir su calidez después de haber hundido mi cuchillo en su abdomen para dibujar una sonrisa y dejarlo en el suelo. Para que se dejara llevar por el silencio del arroyo.

Intenté ponerle punto final a la situación, pero lo único que pude hacerle fue castigarle de la manera más dura posible quitándole lo que más quería y apreciaba del mundo.

Y de nuevo, perdí la oportunidad de ser el padre que no pude ser para mi hermana.

La taza de té que tiré, volvió a romperse.


Sobre tazas de té y el flujo del tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora