🍥 ¡Oh, Yuuji! // [choita one-shots]

🍥 el paraíso de choso

A simple vista, parecía que Choso no portaba ninguna debilidad. Eso era lo que los demás creían. Y es que, ¿cómo no hacerlo? Miraran por donde miraran, en el joven de coletas no se podía hallar ni un hueco flojo, ya sea físico u psicológico. O, bueno... quizás sí había una, unas cuántas...

Actualmente, una de sus fragilidades y mayores preocupaciones era su querido hermanito Yuuji, sin embargo existía otra debilidad, la cual el resto desconocía.

Choso tenía un severo, pero, de verdad, un severo problema con las botas de caña alta; una verdadera tentación, su vicio. Simplemente no podía evitarlo. Cada vez que lograba distinguir un par de estos zapatos encuerados, se veía en la obligación y urgencia de ir a probárselos. ¡Cuánto le fascinaban! Pese a que siempre trataba de disimular tímidamente su gusto culposo.

Una mañana, en plena encomienda al centro comercial junto a Itadori, transitaban pacíficamente por el lugar cumpliendo con lo asignado, cuando el joven de coletas detiene de un tirón al menor.

―¿Podemos pasar a mirar unas cosas aquí? ―interrogó el de ojeras al pelirosado.

―Eh, claro. Aunque no tenemos mucho tiempo. Pero, okey, entremos ―el más alto agradecía que su hermanito hubiera cedido. De todas formas, si este se hubiese negado, a pesar de que al menor lo estimara demasiado, no le habría hecho caso, ingresando igual al local.

Sin preámbulos, se adentraron en el gigantesco recinto. Las paredes blanquecinas del interior hacía que las botas sujetadas por las repisas se lucieran de mayor manera, siendo el foco de atención para la persona que deseara comprar. La luz reflejada en el brillante cuero provocaban un revuelco en el vientre del mayor. ¡Todo era tan maravilloso!

Choso recorría los pequeños pasillos, admirando cada par.

"Estos son muy bonitos" ―piensa, contemplando unas botas azabaches. "Pero son demasiado grandes". "Seguro me parto un tobillo si las utilizo al entrenar o en pleno combate".

En eso, Yuuji se posa a su lado, llegándolo a asustar un poquito, dado que estaba completamente concentrado en los zapatos.

―¿Buscas botines nuevos?

―Umm... bueno...

―Si quieres, puedo ayudarte, en caso de que te encuentres indeciso.

―Está bien ―más que por inseguridad, a la maldición le agradó la idea de la compañía y cooperación por parte de su hermanito.

Y así es como se hunden en la variedad de botas que existían en la tienda. Itadori, antes de salir a buscar por el negocio el par ideal para el de cabello azabache, le pidió datos concretos para tener más o menos claro cuál era el estilo de zapatos que le gustaban.

La maldición se trasladaba de un rincón a otro, analizando la estructura, el tamaño, las plataformas, los cueros y el precio. Sentía que se desmayaba. ¿Por qué era tan difícil escoger? O mejor dicho, ¿por qué todos los botines eran perfectos?

―¿Ya has encontrado algo? ―el de orbes marrón mira al de ojeras, quien denota aflicción.

―Eso creo ―expresa no tan seguro―. Aunque no te preocupes, no es tan importante. Deberíamos regresar a la escuela, estamos perdiendo el tiempo y se hará tarde ―el mayor estaba dispuesto a marcharse, no obstante, el hechicero lo retiene, agarrándolo de su mano.

Choso extendió sus párpados sorpresivamente.

―Dices que no es tan importante, pero para ti lo es, ¿cierto? ―replica Itadori―. No afectará si nos retrasamos un poco.

Los ojos le brillaron al de coletas.

Siguieron en su búsqueda con parsimonia, no obstante, ahora con un Choso mucho más atento de lo que sería su elección final. La paciencia y motivación por medio de su hermanito lo alentó a no rendirse y dejar de lado algo que le gustaba.