killshot

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Por little_moon-y

Venti amaba los viernes por la noche. No cabía duda de que a sus veintitrés años eran sinónimo de fiesta, borracheras, bailes hasta el amanecer, sudor y risas. Y él era el alma de la fiesta, de cada una de ellas, no por nada le habían bautizado como el “bardo borracho”. Si algo sabía dar era un espectáculo delante de todo el mundo y poco le importaba hacerlo; había nacido para estar en el centro de interés de todo el mundo porque era lo que más le divertía.

Así que cualquiera le preguntaría —y con mucha razón— qué narices hacía un viernes después de fin de exámenes de la universidad encerrado en un cuarto cuya única fuente de luz provenía de una televisión que reproducía una película que le daba un nuevo significado a la palabra aburrimiento. Sí, era prácticamente como ver un grajo blanco perdido en medio de la ciudad un día cualquiera. Pero si era un grajo blanco, era uno enamorado.

Completa y perdidamente enamorado de la razón por la que había rechazado innumerables invitaciones de amigos y algún antiguo ligue. La causa que al parecer odiaba el ruido, el baile, el alcohol y —según Childe— también la vida y la alegría. ¿Lo gracioso? Es que elegiría con sinceridad quedarse en casa en todas sus vidas de nuevo si podría estar como en este momento: acurrucado entre sus brazos mientras intentaba controlar los latidos de su corazón, sin atender en absoluto la trama de la película que supuestamente estaban viendo con atención.

Xiao parecía realmente interesado en ella, la verdad, algo que a Venti le sorprendía increíblemente dadas sus circunstancias de buscar mantenerse cuerdo cuando su mente estaba al borde del colapso. Esta escena no era algo inusual, por extraño que parezca. Por un acuerdo no verbal, ambos habían establecido desde hace unos meses que los viernes eran noche de cine en casa para ahorrar algunas moras. Habitualmente el salón estaría completamente lleno. Childe solía invitar a Zhongli cada semana, aunque al final terminaba tonteando con él (mientras Zhongli le reprochaba que interrumpiera su atención hasta que se agotaba y daba por perdido, por duodécima vez, el hilo conductor)  más que prestar algún mínimo interés a lo que el resto comentaba; Bennett pasaba la mitad de la película viéndola y la otra mitad explicándosela a Razor, que por alguna razón aparente no parecía comprender jamás lo que veían, fuera cual fuera la trama o el género; Albedo solía apuntar cada incoherencia argumental o escénica que ocurría, aunque por suerte jamás destrozaba la historia con spoilers, y Aether se lo agradecía enormemente porque se sumergía en ellas con pasión; Kaeya y Diluc parecían estar más preocupados de pelear por imponer quién tenía más razón sobre el futuro de los acontecimientos que de entretenerse por el camino con lo que el director quería; y Xingqiu y Chonghyun se podría decir que… Mmmm… conseguían no avergonzar demasiado al resto cuando Xingqiu decidía que estaba lo suficientemente aburrido como para molestar a su novio o como mantener las manos quietas frente a un avergonzado Chonghyun, que no paraba de repetirle que estaban en público y que todo el mundo era consciente de lo que ocurría a pesar de tener las luces apagadas.

Xiao y Venti, por su parte, se habían acostumbrado a ocupar una pequeña parte del sofá y, acurrucados en ella, intentando no tocarse el uno al otro, devoraban el cubo de palomitas que habían comprado de camino a casa. Pero nada más. Nunca nada más, para desgracia de Venti. Jamás había conseguido si quiera poder tocar el hombro de Xiao con el suyo durante más de dos minutos sin que este no se apartara ligeramente, ante lo cual (Venti no era estúpido; sí lento, no estúpido) terminaba cediendo y retrocediendo un paso más en su intento de conquistarlo. Si algo era Xiao, era un hueso duro de roer.

Por eso, cuando ayer Childe invitó a todos en el comedor a la gran fiesta de Lisa, no esperó ni un instante para rechazarlo, a pesar de ganarse miradas preocupadas, preguntas sobre su propio estado de ánimo y burlas por el camino. Pero todo eso había valido la pena en el mismo instante en el que Xiao, acomodándose tras una media hora después de darle al play, había pasado un brazo por encima de su cabeza y lo había mantenido ahí. Ahí. Sí, lo juraba, justo alrededor de Venti, a cinco centímetros de sus hombros, tan cerca que podía oler perfectamente su perfume de qingxin sin tener que acercarse demasiado. Aunque obviamente terminó haciéndolo. Venti no se caracterizaba por un cobarde.

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