XVIII

173 19 0
                                    

Porque yo siempre he sabido que tus besos matan, que tus promesas riman con dolor

-Lo voy a dejar.- declaró Erick haciendo trazos con sus dedos sobre mis pectorales.

-Ya es hora de que dejes de mentirme- pedí con sinceridad- me acabo ilusionando y la caída al notar que eso no pasará es cada vez más fuerte.

-No estoy mintiendo- afirmó posando sus verdes ojos en mi rostro, mirándome serio- no tiene caso que siga con él cuando te amo a ti, nos estoy dañando a los tres por mi egoísmo e indecisión- explicó.

-De todos modos yo ya estoy resignado- dije fingiendo desinterés, a pesar de que mis ojos probablemente denotaban tristeza.

-Esta vez es real, lo prometo.- afirmó acercando su rostro para darme un beso que acepté gustoso.

Estuve tentado a decirle que sus promesas eran sinónimos de mi dolor pero preferí callar y creerle con la esperanza de que esta vez fuese diferente.

Está de más decir que no lo fue.

Había pasado alrededor de una semana de esa conversación cuando Christopher volvió.

Bueno, en realidad fue lo que nos dijo Erick ya que a él no lo volvimos a ver ya que se encontraba en su casa, tirado en la cama, consumido por el dolor que le había generado la pérdida de su abuela y no se sentía listo para volver a su vida.

No hizo falta que Erick me lo dijera para que yo mismo entendiera que no dejaría a Christopher, al menos en ese momento, ya que era evidente que no le quería generar más dolor del que ya debía estar sintiendo.

Al castaño se lo identificaba como una fuente de felicidad y luz andante, siempre estaba riendo y vibraba buenas energías contantemente, por lo que se me hacía imposible imaginarlo como alguien que se consumía en su tristeza inundando su cama matrimonial con lágrimas saladas. Pero no me sorprendió para nada cuando un mes después volvió, con esa característica sonrisa en el rostro, en el cual se evidenciaba cansancio y dolor a pesar de aquella mascara así que decidí acercarme a él.

-Hey, amigo- le llamé acercándome a él, sorprendido por mi hipocresía- ¿Cómo estás?- pregunté aun sabiendo la respuesta.

-Bastante bien ¿y tú?- preguntó notablemente sorprendido.

-No tienes que mentirme- reclamé con una sonrisa llena de compasión- a pesar de tu sonrisa se nota que la estás pasando mal.- mencioné ganando un suspiro por su parte.

-Me duele, obviamente, pero no puedo permitir que eso me arrastre, ella me amaba y jamás se perdonaría que por su muerte yo terminara con mi vida, así que; por ella y por mi yo pretendo seguir sonriéndole a la vida y seguir adelante, lloré todo lo que necesité y viví mi duelo cuanto lo sentí necesario pero tengo que seguir.- explicó jugando con sus manos y eventualmente mordiendo su labio inferior.

-Eres muy fuerte, quisiera ser como tú.- afirmé sinceramente acariciando su hombro mientras lo miraba con una leve sonrisa.

El me devolvió la mirada, dejando sus manos en paz, y me la mantuvo por unos segundos en los que ninguno dijo nada más, a la par que yo seguía con mi mano en su hombro hasta que se me empezó a resbalar por lo que quedó en su brazo en el cual llegué a sentir sus músculos.

Dirigió su mirada a la zona en que se encontraba mi mano y nuevamente mordió su labio antes de volver a conectar su mirada con la mía que jamás se despegó de él. Noté que mi respiración empezaba a ser irregular por lo que llevé mi mirada a su pecho detectando lo mismo en él y volví la mirada a sus ojos que ahora se encontraban en mis labios.

Nos separamos rápidamente al ver escuchar la puerta abrirse y reímos con nerviosismo.

-También tengo mucho apoyo- explicó siguiendo la conversación al ver a Isaac entrar a la cafetería.

-Me imagino, de Erick ¿No?- pregunté ganando un asentimiento por su parte- Lo supuse, es una gran persona- afirmé con una sonrisa.

-Lo es, me prometió un pequeño viaje este fin de semana para despejarnos un poco- comentó mientras una gran sonrisa adornaba su pálido rostro.

No me sorprendía, por el contrario sabía que pasaría pero nuevamente sentí como se me caía el alma a los pies y todos la pisoteaban.

En cuanto tuve la oportunidad me escabullí a la oficina de mi jefe quien me recibió confundido mas de igualmente me sonrió y a su vez me siguió el beso que le planté.

Lo besé con cariño, lo besé con pasión, lo besé con dolor, lo besé con lujuria pero principalmente lo besé con amor, nuestros labios chocaban mientras nuestras lenguas jugaban y nuestros dientes se rozaban hasta que pronto sentí un sabor salado y a conciencia de que eran mis lágrimas lo tomé del cuello para que no pudiese separarse.

Lo besé en un intento de transmitirle todo lo que sentía con aquel choque de bocas y una vez que sentí haberlo logrado me alejé de él sin dar explicaciones, dejé mi delantal en la barra y salí de la cafetería aún con el sabor de nuestro último beso en la boca y el recuerdo del que sería el final de nuestra historia en la cabeza.

Besos en guerra||Joerick||Terminada||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora