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Crecí con mis hermanos; Albert, William y Louis. Era otra de las niñas del orfanato, aquel que visitaba Albert de pequeño. El Señor Moriarty me adoptó igual que los gemelos. Era pequeña así que al momento del incendio, ellos me mintieron diciendo que solo había sido un accidente, hasta años después cuando me contaron que ellos habían planeado el incendio y me contaron los motivos. Crecimos y con ellos tuvimos que empezar a estudiar en escuelas de la alta, aparte de que tuve que ser entrenada por el que se hacía llamar Jack el destripador.
Crecí y me convertí en una mujer muy respetada y amada en los bajos barrios de Londres ya que a los 18 años decidí seguir mi rumbo, un rumbo no muy bueno y me separé de mis hermanos. Lo hice porque con el paso del tiempo empecé a tener sentimientos muy fuertes por William, sabía que esos sentimientos estaban más allá de solo cariño y amor de hermanos.
En fin... Decidí regresar después de 4 años. Me había enterado de un tal "Rey del crimen" que estaba haciendo caos en Londres y sabía muy bien de que se trataba de mis hermanos.
Me uni al equipo de nuevo y con ello conocí nuevas personas que mis hermanos consideraban como familia como; Sebastián Morán, Fred, el viejo Jack y Adler.
En ocasiones me enviaban a reunir información, recurría a métodos no tan convincentes que eran coquetear con los hombres o hasta llegaba a acostarme con ellos con tal de no batallar reuniendo la información. Igual me aseguraba de que estos tuvieran relación con nuestro objetivo. Y al final del coito los eliminaba...
Tiempo después mis hermanos se enteraron, ¿como? no tengo idea... Era por así decirlo la niña malcriada de los Moriarty.
Su reacción fue algo fuerte pero me sorprendió más de William ya que no dijo nada y solo me cito en su despachó a la media noche. Gran equivocacion aver ido...
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William caminaba por los tenues pasillos de aquella mansión. Con una sonrisa en su rostro, todos dirían que era una expresión tranquila pero si miras de cerca podías ver el brillo travieso en sus ojos. Camino angustiosamente lento, queriendo sentir la atmósfera de la noche pacífica antes de ir a encontrarse con aquella persona.
