Capítulo II - Blaire Kaytsayin

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Una chispa, ese pequeño estallido inesperado que alumbra por tan solo un instante para luego volverse a apagar. Algo así era yo en mi bien entrada adolescencia, aunque me gustaba más pensar que me parecía más a una luciérnaga. Las luciérnagas siempre me habían parecido inspiradoras. Me imaginaba revoloteando de aquí para allá con ese leve centelleo intermitente, haciendo que la gente se girara a mirarme fascinada. Quería tomar el ejemplo de una y pretendía deslumbrar a mi entorno de la misma forma que como cuando era pequeña, aunque no surgía efecto por más que lo intentaba. Creo que más bien mi luz era comparable al foco roto de una bicicleta abandonada.

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~EL APAGÓN~

Fue al poco de cumplir mis para nada anhelados dieciocho cuando ya comprendí lo que había estado pasando todo ese tiempo. Aunque en casa me querían, como es lógico, nunca habían sabido valorarme realmente. Para mi sorpresa, después de todo estos años mamá no había cambiado absolutamente nada y seguía bailándole el agua a mi padre. Una gran parte de mí creció esperando que fuese a mejorar en ese aspecto, pero parece que todo se torció incluso más. Supongo que toda buena mujer modelo de los cuarentas y cincuentas tenía que comportarse de esa forma.

Yo, por otro lado, mientras más fui creciendo... más y más ninguneada me sentía. Toda esa gente hacia la que acabé sintiendo algo parecido al aprecio había dejado de llamarme Kayts hacía tiempo ya. Ahora yo era tan solo Blaire, y me arrepentí de cada vez que dije que odiaba ese estúpido apodo de cría. Ahora lo echaba de menos porque al menos ese nombre me hacía sentir... diferente, especial.

La situación en casa estaba un poco tensa después de que el abuelo falleciera. Yo tendría unos 15 años, y aunque parecía que mamá lo iba llevando bien, sé que la realidad era muy diferente. La abuela se acabó mudando con nosotros porque le daba pavor la idea de vivir sola, y a mí al principio me gustó la idea porque nunca había tenido la oportunidad de conocerla mejor. Su fanatismo religioso extremo (al fin y al cabo seguía siendo una armenia apostólica ortodoxa) fue lo que nos llevó a tener más de una discusión y algún que otro enfado importante. Nuestras diferencias eran tan abismales que se notaba a leguas que ninguna de las dos estaba ni siquiera mínimamente interesada en hacer el esfuerzo por soportarnos. Mamá empezó a ponerse cada vez más en mi contra y papá... bueno, papá tenía sus trenes y eso era lo único que le importaba.

Tras años dando mi brazo a torcer llegó un punto en el que sentía que tal era la toxicidad en casa que mi mejor opción, entendí, sería interactuar con ellos lo menos posible. Dejé de hablar tanto, dejé de hacer tanto y dejé que mi luz se apagara casi por completo. Era mucho mejor así, centrándome sólo en mí. Descubrí que lo único que me encendía esa llama de vez en cuando era el arte. Supongo que todos esos años viendo lo ensimismada que se quedaba mamá cada vez que trabajaba en una obra hizo un click en mí que me llamaba a probarlo también. Quería encontrar una vía de escape, algo que me hiciera sentir viva. Y debo decir que además de cumplir con eso... pues no se me daba del todo mal.

Era el año 1954 cuando poco antes de acabar mi secundaria decidí que algún día quería dedicar mi vida a lo único que me motivaba a seguir encontrándome. Me negaba a conformarme con solo disfrutarlo. Yo pretendía destinar mi futuro a ello y sólo a ello. Así pues, un buen día me armé de valor suficiente para poder tener mi primera conversación seria y real con mis padres. Sería, sin saberlo, la primera y última conversación real que tendría con ellos. Les extrañó que les reuniera en la mesita de la cocina un viernes a las diez de la noche, y más porque yo llevaba un tiempo que no hablaba mucho con ellos, pero quisieron darme ese lujo de escucharme por una vez.

-Mamá, papá... he decidido estudiar arte en Gray's.

Mi semblante no cambió ni por un segundo, y mi voz tampoco titubeó. Lo dije con toda la seguridad y orgullo del mundo, con el mentón bien alto y una mirada llena de esperanza. No me bastó decir nada más para que mi padre se levantara de la silla resoplando. Él estaba decepcionado.

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⏰ Última actualización: Jun 11, 2021 ⏰

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