Sark

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Dicen que una isla es el lugar idea para perderse. Yo tuve que llegar al inhóspito Sark, un islote con quinientas almas en el canal de la Mancha, para encontrarme a mí mismo.

Todo empezó una mañana gris de octubre, cuando por fin conseguí que una embarcación me llevara desde la isla vecina de Guernsey. El mal tiempo había impedido que ningún ferry se aventurara en aquel mar revuelto desde hacia días. Logré convencer a un pescador, que salía a pescar temprano, para que me acercara a Sark. El trayecto que costo de sueldo de dos semanas, pero llegaba con dos días de retraso y temía perder el empleo antes de empezar.

No fue más tarde, sentado en aquel bote pesquero, con el chaleco salvavidas puesto y la cabeza entre la rodillas para vencer el mareo, cuando pensé en la posibilidad de perder algo todavía más valioso: mi propia vida.
Aunque las carcajadas roncas del anciano al timón revelaban que no había peligro, el fuerte oleaje zarandeaba el barco a su antojo con un brusco vaivén que me obligó a vomitar por la borda.
El cielo y el mar, azul cobalto, se fundían una y otra vez con la espuma plateada de las olas, mientras la lluvia y el agua salada, impulsadas por un viento helado, azotaban mi rostro.
El grito descarnado de un cuervo marino me dio la bienvenida a pocas millas del muelle.
A medida que nos acercábamos, las brumas de la mañana que envolvían la escarpada costa se fueron disipando. Fue entonces cuando pude ver los verdes acantilados de Sark, ensombrecidos en el horizonte por una amenazadora tormenta.
Aquel paisaje al sur de Inglaterra me hizo pensar en mi madre. Contemplaba el mismo mar que bañaba Southampton, su ciudad natal. Aunque no lo pisaba desde niño, aquella costa despertó en mi alma dolorosos recuerdos familiares relacionados con su muerte, acaecida cinco años atrás.
Sentí un nudo en la garganta al acordarme de su piel cálida y de lo bien que olía a rosas. Hubiera dado cualquier cosa por abrazarla de nuevo, pero aquello no iba a ocurrir, y yo era en parte el culpable. Apenado, me sacudí ese pensamiento y fijé la vista al frente.
Desde ese lado de la había no se divisaban casas, solo playas de arena blanca y árboles en las laderas que, a juzgar por su inclinación, daban constancia de un viento severo e implacable. Junto a Sark, se alzaba un pequeño islote coronado por un ostentoso castillo de estilo gótico.
Nada más pisar tierra firme y despedirme de mi acompañante me sentí como un náufrago. Estaba tan mareado y desorientado que tuve que obligarme a respirar profundamente para no caer al suelo.
Mientras me recuperaba, me senté en la escalinata del muelle desierto.
No sabía hacia donde dirigirme, así que saqué la carta de admisión, que había recibido unas semanas atrás, y busque en ella las señas del hotel.

Tras localizar la dirección -una combinación de números y letras imposibles de descifrar-, repase de nuevo aquellas líneas.

Apreciado joven Jimin:

Me place comunicarle que ha sido admitido como parte de nuestro equipo, en el Silence Hill Restort de la isla de Sark.
Más de dos siglos de tradición evalúan el buen funcionamiento de este hotel, para el que solo contratamos al mejor personal.
No en vano, en sus doscientos años de historia, la compañía se enorgullece de no haber despedido jamás a nadie.
Tras revisar los prospectos enviados por la empresa de selección, el señor Jungkook Jeon lo a elegido a usted entre más de cien candidatos.
El dueño del hotel valora su sinceridad al reconocer su inexperiencia y la humildad de no esgrimir titulación alguna ni mencionar su brillante expediente académico. También lo ha conmovido su situación laboral. No es muy habitual que alguien tan joven renuncie a sus estudios en la mejor universidad del país para financiar el costoso tratamiento de su padre enfermo. Eso demuestra que usted es una persona responsable, entregada y con voluntad de servicio, atributos que buscamos en nuestros empleados. Como bien sabe, el puesto que ocupara es de limpieza.
Su función consistirá en mantener en perfecto estado de limpieza y orden todas las habitaciones del hotel y colaborar en tareas de la cocina o el comedor. Tendrá un periodo de formación de dos semanas, en las que aprenderá todas las claves del oficio.
El horario es de la seis de la mañana a seis de la tarde. Una vez concluido-excepto en su día libre- estaría de guardia para solventar cualquier posible emergencia.
El sueldo acordado se le ingresara a la cuenta por usted indicado. También dispondrá de una cantidad semanal para sus gastos, correspondiente a la parte proporcional de las propinas de los clientes, y que se reparte entre todo el servicio.

Confiamos en que su estancia en Sillence Hill sea se su agrado. Haremos lo posible para que así sea: sin embargo, esperamos que usted también ponga de su parte respetando las cuatro normas infranqueables que rigen este hotel, y que son las siguientes:

1.No podrá abandonar el recinto mientras este en su turno o de guardia. En otras palabras, solo podrá ausentarse durante su día libre. En su caso, los martes.

2. Está prohibido traer extraños. Nadie que no sea del personal o clientes de la casa podrán poner un pie ni siquiera en el jardín.

3. Silencio, orden y limpieza son nuestros lemas. Y los cumplimos de forma escrupulosa y tajante. También en lo que a higiene se refiere. El personal del hotel deberá presentarse todos los días a su puesto de trabajo bien aseado, vestido y peinado según las normas.

4. Por último, nadie puede acceder al ala oeste de la planta superior del edificio. Es una zona reservada exclusivamente al propietario, y el no tolera que nadie-excepto la cocinera y el ama de llaves- se acerque a esa zona restringida sin su consentimiento. El señor Jeon es muy celoso de su intimidad, y cualquier intromisión en su área privada será penalizada con dureza.

Si esta norma o cualquiera de las anteriores se infringieran, el dueño del hotel se reserva el derecho de poner una sanción, que puede ir desde la perdida del día libre o la paga semanal hasta el descuento de una parte proporcional de su salario.

Cualquier comentario, queja o consulta deberá efectuarla a la señora Roberts, gerenta y ama de llaves.

La duración del contrato es de un año. Como estipula el documento que acompaña esta carta-y del cual deberá entregarnos dos copias firmadas-, en caso de romper el acuerdo sin previo aviso (seis meses de antelación), el empleado deberá pagar el equivalente a cuatro mensualidades por los perjuicios ocasionados por la gestión de buscar sustituto.

Espera que se una a nuestro equipo el próximo 26 de octubre. Nuestro chofer lo recogerá a las diez de la mañana en el muelle de la isla.

Sin más que comunicarle, aprovechamos la ocasión para darle la bienvenida.

Reciba un cordial saludo.

Sra. Hellen Roberts
Gerencia de Sillence Hill Resort
Sark, GY101SF

Bueno este es el primer capitulo de esta historia, intentare subir los siguientes lo mas antes posible.

La Isla del Cielo OscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora