Escucha

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Las salidas casuales empezaron a ser más frecuentes. Al principio solo iban a lugares que no salían del área del templo. 

Pero conforme tratabas de darle razones a Aatrox de no destruir nada, empezaron a salir a lugares un tanto más alejados.

Era más arriesgado pero no había pasado nada a mayores. Siempre tuvieron cuidado, e incluso llegaste a regañar al mayor por su falta de paciencia.

Poco a poco llegaste a conocerlo más; habían cosas que le desagradaba en absoluto, como la falta de rapidez para hacer ciertas actividades.

Aunque también existían cosas que le hacían "feliz" —si eso se podía decir— y una de ellas era aquel postre que probaron la primera vez.

Nunca lo admitiría abiertamente pero sabias que le encantaba, su mirada siempre lo delataba cada vez que te veía llegar con ello en tus manos.

Con el pasar de los días terminó por leerse todos los libros de biblioteca dos veces, y tuviste que comprar otros para mantenerlo distraído. 

Incluso llegaste a enseñarle el dialecto jonio, lo cual provocó que ya no pudieras decir cosas por lo bajo cuando te molestaba sin que llegara a entenderte.

Pero no todo se trataba sobre él; al ver tu "ineptitud" para el manejo de su espada, decidió entrenarte. Los primeros días fueron una tortura, el darkin había olvidado lo era la debilidad humana.

Terminaste exhausto después de una semana, totalmente derrotado y cansado. Tuviste que descansar por una semana entera, y luego retomar todas tus actividades normales. 

La excusa para faltar a tus clases de la orden fue que te habías enfermado, y el dolor muscular ayudó a que la mentira fuera más creíble.

Aatrox pudo comprender lo que provocó su sobre exigencia y aunque no se disculpó, tus entrenamientos fueron más sencillos después de eso.

Y así entre salida, estudios y entrenamientos, se acercó el festival de las flores espirituales. Era un evento importante para toda la región e incluso les darían la semana libre.

La ceremonia de ese festival era vital para todas las personas que conocían las costumbres de la región.

Un momento para reencontrarse y perdonar aquellas cargas que pudieran llevar en sus almas.
Era un momento perfecto para que ambos pudieran salir sin problemas.

Los extranjeros llegaban para esa fecha y que Aatrox pasara desapercibido sería más fácil.

Se lo comentaste y este se negó al principio, pero luego de insistir —muchas veces— terminó por acceder, con lo cual ya estabas tranquilo.

Usarías un ilusión de apariencia sobre él, así los que lo vieran solo verían a una persona ordinaria.


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Estaban en hora del almuerzo, apenas habían acabado tus lecciones de magia de curación. No negarías que la clase había sido llamativa aunque fueras de los pocos estudiantes a los que les había interesado. 

La mayoría prefería estudiar el arte del combate, pero tal como había dicho alguna vez el maestro Natsume, de nada serviría puro músculo y nada de inteligencia.

Además la magia curativa podía ser muy útil en combates peligrosos o en casos extremos, guerras.

Estabas terminando algunos apuntes en tu libreta cuando una presencia no agradable se acercó a ti.

Creíste que ya te habías librado de la obsesión de Yian, pero al contrario, parecía que cada vez que lo rechazabas se ponía más obstinado.

Cerraste la libreta para guardarla en el bolsillo de tu uwagi* y continuar comiendo con una expresión de pocos amigos.

Espada MortalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora