Capítulo 2

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Sentía como mi cuerpo se movía debido al traqueteo del tren, asomé la cabeza por mi asiento y miré hacía la parte de atrás, no había absolutamente nadie. Me parecía muy raro que no hubiesen venido a pedirnos el billete que ni siquiera teníamos. Sentí un ligero dolor de cabeza así que me recosté en el asiento, mire a Ann y vi que me observaba con duda. No habíamos vuelto a hablar desde que montamos en ese tren pero sabía perfectamente lo que estaba pensando, más que nada porque yo hacía lo mismo, no paraba de preguntarme lo que iba a ocurrir...

Ann se levantó y sin decir nada comenzó a caminar por el pasillo en dirección al baño. Aproveché para ponerme en su asiento y mirar por la ventanilla, me gustaba ver el paisaje cuando viajaba y aquel era realmente bonito.

No se cuanto tiempo estuve mirando como el tren dejaba atrás aquellos campos tan verdes, pero me di cuenta de que se había hecho de día. Habíamos pasado toda la noche en aquel tren, aunque por una parte lo agradecía, por nada del mundo me hubiese gustado tener que quedarme en aquella estación.

El tren se detuvo de repente y al mismo tiempo Ann apareció –Creo que hemos llegado– me dijo. Yo asentí.

Bajamos con nuestras maletas y el tren se fue.

Caminamos durante un largo rato buscando un sitio donde poder quedarnos hasta que saliera el próximo vuelo pero no parecía haber ninguno.

De pronto Ann me dijo –Hey Lia vamos a preguntar ahí– y señaló una pequeña casa que estaba en medio de la nada. No había más por la zona así que no teníamos otra opción.

La vivienda tenía una entrada preciosa y un jardín en la parte trasera. Subimos por unas escaleras, nos paramos frente a la entrada y sin pensarlo dos veces decidimos llamar.

Oímos unos pasos. Seguidamente una señora mayor abrió la puerta y nos miró extrañada, debíamos de tener un aspecto horrible después de aquel espantoso día , pero ella no tardó mucho en reaccionar y dijo –Hola chicas. Que queréis?– Con un hilo de voz Ann y yo comenzamos a contarle lo sucedido y como llegamos hasta allí.

Aquella mujer parecía agradable y en verdad lo era. Por lo que nos contó, no había hoteles ni muchos sitios donde quedarse, así que no nos llevo mucho tiempo convencerla para que accediera a dejarnos pasar allí unos días hasta que encontrásemos algo mejor.

Ella misma nos condujo a la que sería nuestra habitación mientras estuviésemos allí. No era muy grande, apenas había una litera y un viejo armario en el que no cabía ni la mitad de nuestras maletas, pero teníamos que conformarnos con eso si no queríamos dormir en la calle.

Después de cambiarnos de ropa nos sentamos cada una en nuestra cama, Ann con su móvil y yo sumida en mis pensamientos.

De pronto llamaron a la puerta –La comida estará en 10 minutos – dijo la mujer con una sonrisa. Dejó la puerta abierta y se fue sin hacer ruido.

Bajamos por las escaleras de madera y nos guiamos por el olfato para llegar al comedor. La mesa ya estaba puesta y la comida tenía una pinta estupenda –Espero que os guste, lo he cocinado yo misma –dijo con un tono amable la señora.

Nos sentamos a la mesa, cogimos los cubiertos y dimos el primer bocado. Observé que ella no comía, estaba seria y no dejaba de mirarnos. Creí darme cuenta de lo que pasaba  –Está buenísimo –dije. Y acerté. Nada más decirlo a aquella pobre mujer se le iluminaron los ojos, empezó a comer y a preguntarnos sobre nuestro viaje. También nos contó cosas sobre su familia, el lugar donde se había criado, como había llegado a aquel pueblo..

–Vive usted sola? –pregunté

–Sí, por desgracia hace ya varios años que estoy sola aquí. –La nostalgia invadió su rostro y enseguida me arrepentí de mi pregunta. –Se levantó con su plato y se dirigió a la cocina, al rato volvió, cogió los nuestros y repitió la acción. Cuando estuvo de nuevo frente a nosotras dijo –Si queréis esta tarde puedo enseñaros este lugar. –Sí, tengo ganas de salir –se apresuró a decir Ann. –Yo tengo que hacer unas compras pero a las 5 estaré aquí y podremos salir, hasta entonces estáis en vuestra casa, podéis hacer lo que queráis –Perfecto –dije.

La mujer cogió las llaves, una especie de cestillo y salió contenta por la puerta.

Ann y yo estuvimos conversando mientras recorríamos las estancias de aquella casa antigua pero acogedora. Salimos al jardín y nos sentamos en unas sillas que había en el porche. En verdad era un jardín precioso y muy bien cuidado, había varios tipos de flores y un camino de piedra que llevaba a una fuentecilla.

Noté como mi móvil comenzó a vibrar en el bolsillo de mi pantalón, lo saqué de su escondite y vi el nombre de mi madre en la pantalla. Por un momento dudé pero finalmente contesté.

–Hola mamá

–Hola Lia, como estás? Que tal os fue el viaje?   –No quería preocuparla así que omití el pequeño detalle de la equivocación de avión y el de nuestra noche en el tren.

–Muy bien, el sitio donde nos alojamos está genial y la gente es muy amable.

–Me alegro mucho. Espero que lo paseis muy bien por Londres y que me mandes fotos.

–Lo haré pero ahora tengo que colgar, ya te llamaré, un beso.   –No le di tiempo a responder y colgué. Me sentía mal por mentir a mi madre pero no podía permitir que se enterara de lo que nos había ocurrido.

Ann me miraba graciosa, sin embargo, a mi no me hacía ninguna gracia, la verdad es que a veces no la entendía, tenía comportamientos que me chocaban y hasta me molestaban pero era mi mejor amiga y la quería.

Estába nerviosa pensado en aquella incómoda llamada y que tarde o temprano tendría que volver a llamar a mi madre y contarle todo, pero de momento solo quería relajarme y despejar mi mente. Así que conecté los auriculares a mi móvil, puse mi lista de reproducción favorita y cerré los ojos.

Una brisa de aire fresco chocaba contra mi cara y hacía que mi pelo se moviese provocandome cosquillas. Todas las preocupaciones se habían esfumado, estaba en mi mundo paralelo y no me había vuelto a acordar de la llamada, de Ann, ni siquiera del desastroso viaje hasta que alguien comenzó a dar golpecitos en mi hombro.

Ann comenzó a hablar pero no la oía, intenté leer sus labios pero me fue imposible así que me quité los auriculares –Lia, están llamando a la puerta –repitió.

Nos levantamos y nos dirigimos a la entrada, el timbre sonaba con insistencia, entonces abrí la puerta.

–Ho-hola, está Mage? –balbuceó el chico que se encontraba de pie frente a nosotras.

"L"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora