—¡Eijirou, apaga la luz!
Katsuki reía tontamente mientras miraba a su marido desnudarse delante de él. Éste bailaba por la habitación haciendo un striptease, desabrochandose lentamente la camisa blanca de algodón con sus dedos de pianista. Arqueó la ceja izquierda hacia Katsuki y dejó que la camisa le resbalara por los hombros, la cogió al vuelo con la mano derecha y la hizo girar por encima de la cabeza.
Katsuki río otra vez.
—¿Que apague la luz? ¡Qué dices! ¿Y perderte todo esto?
Eijirou sonrió con picardía mientras flexionaba los músculos. No era un hombre vanidoso aunque tenía mucho de lo que presumir, pensó Katsuki. Tenía el cuerpo fuerte y estaba en plena forma, las piernas largas y musculosas gracias a las horas que pasaba haciendo ejercicio en el gimnasio. Su metro ochenta y cinco de estatura bastaba para que Katsuki se sintiera seguro cuando él adoptaba una actitud protectora junto a su cuerpo de metro ochenta. No obstante, lo que más le gustaba era que al abrazarlo podía apoyar la cabeza justo debajo del mentón, de modo que notase el leve soplido de su aliento en el pelo haciéndole cosquillas.
El corazón le dio un brinco cuando se bajó los calzoncillos, loas atrapó con la punta del pie y los lanzó hacia él, aterrizando en su cabeza.
—Bueno, al menos aquí debajo está más oscuro. —Katsuki se echó a reír.
Siempre se las arreglaba para hacerle reír. Cuando llegaba a casa, cansado y enojado después del trabajo, él se mostraba comprensivo y escuchaba sus lamentos. Rara vez discutían, y cuando lo hacían era por estupideces que luego les hacían reír, como quién había dejado encendida la luz del porche todo el día o quién se había olvidado de conectar la alarma por la noche.
Eijirou terminó su striptease y se zambulló en la cama. Se acurrucó a su lado, metiendo los pies congelados debajo de sus piernas para entrar en calor.
—¡Aaay! ¡Eijirou, tienes los pies como cubitos de hielo! —Katsuki sabía que aquella postura significaba que no tenía intención de moverse un centímetro—. Eijirou...
—Katsuki... —le imitó él.
—¿No te estás olvidando de algo?
—Creo que no —contestó Eijirou con picardía.
—La luz.
—Ah, sí, la luz —dijo con voz soñolienta, y soltó un falso ronquido.
—¡Eijirou!
—Anoche tuve que levantarme a apagarla, si no recuerdo mal —arguyó Eijirou.
—Sí, ¡pero estabas de pie justo al lado del interruptor hace un segundo!
—Sí... hace un segundo —repitió él con voz soñolienta.
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Posdata, Te Amo〘KiriBaku〙
RomanceHay personas que esperan toda la vida para encontrar a su alma gemela, pero este no es el caso de Katsuki y Eijirou. Novios desde el instituto, se sentían como si siempre hubiesen estado juntos. Podían acabar las frases del otro, e incluso cuando di...