Cap IIII

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La mañana del viernes comenzó con buen pie, levantándose temprano

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La mañana del viernes comenzó con buen pie, levantándose temprano. No obstante, aunque se había metido en la cama lleno de optimismo y entusiasmado con las perspectivas que le aguardaban, el miedo lo asaltó de nuevo ante la cruda realidad de lo difícil que le resultaría mantener la entereza a cada instante.

Una vez más despertó en una cama vacía dentro de una casa silenciosa, si bien se produjo un pequeño avance. Por primera vez desde hacía más de dos meses se había despertado sin la ayuda de una llamada telefónica. Amoldó su mente, tal como hacía cada mañana, el hecho de que los sueños de Eijirou y él juntos que habían vivido en su cabeza durante las últimas diez horas no eran más que eso: sueños.

Se duchó y se vistió con ropa cómoda, echando mano de sus tejanos jeans de mezclilla oscura favoritos, zapatillas  converse negras y una camiseta gris de manga corta. Denki tenía toda la razón en cuanto a lo del peso, pues los jeans, que solían irle ajustados, sólo se mantenían en su sitio con la ayuda de un cinturón. Dedicó una mueca a su reflejo en el espejo.

Estaba feo.

Tenía ojeras, los labios agrietados y el pelo hecho un desastre. Lo primero que debía hacer era ir a su peluquería y rezar para que pudieran atenderlo.

—¡Jesús, Katsuki! —Exclamó Tsunagu, su peluquero al verlo—. Pero ¿has visto cómo estás? ¡Por favor, abran paso! ¡Llevo a un hombre en estado crítico! —Le guiñó el ojo y comenzó a apartar gente de su camino. Luego le ofreció una silla y lo obligó a sentarse.

—Gracias, Jeanist. Ahora sí me siento atractivo— masculló Katsuki, procurando ocultar el rubor de su rostro.

—Pues no deberías porque estas hecho cisco. Yuuga, prepárame la mezcla de costumbre; Keigo trae el papel aluminio; Mirko, necesito mi bolsita mágica, que está arriba. ¡Ah, y dile a Vlad que se vaya olvidando de almorzar porque cogerá a mi clienta de las doce!

Tsunagu fue dando órdenes a diestro y siniestro sin dejar de agitar los brazos desaforadamente, como si se dispusiera a efectuar una operación quirúrgica de urgencia. Y es que quizá fuera así.

—Oh, lo siento, Jeanist, no pretendía estropearte el día —se excusó Katsuki.

—No me vengas con ésas, encanto. De no ser así, ¿por qué habrías de presentarte aquí de repente un viernes a la hora del almuerzo sin tener una cita concertada? ¿Pará contribuir a la paz mundial?

Katsuki se mordió el labio con aire de culpabilidad.

—En fin, te aseguro que no lo haría por nadie más que por ti, cariño.

—Gracias.

—¿Cómo lo llevas?

Tsunagu apoyó su pequeño trasero en el mostrador de delante de Katsuki. Tenía cincuenta años cumplidos y, no obstante, presentaba una piel tan perfecta y, por descontado, el pelo tan bien cortado que nadie le hubiese echado más de treinta y cinco. Sus cabellos color ámbar¹ realzaban  la tersura de su tez, y siempre se vestía de forma impecable. 

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⏰ Última actualización: Oct 26, 2021 ⏰

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