Veintidós

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Próxima parada calle 27.

Próxima parada calle 27.

Comunicó la voz del metro por tercera vez alertando a las personas.

Estaba sentada en aquel transporte yendo a la casa de mis padres por acción de gracias. Siendo ese el cuarto jueves de noviembre y aproximándose el final del otoño para abrirle paso al odioso invierno.

Conecté los audífonos al móvil y la lista de The neighborhood comenzó a reproducirse apagando los bajos murmullos del metro. Escuchar música según estudios subía el nivel de dopamina en el cuerpo, aunque todo dependía del tipo de la canción. Y esa banda me daba mil años de vida con alegría en un valle de girasoles, era la mejor.

Flawless fue interrumpida cuando el móvil vibró indicando que alguien llamaba, era Nick. Sonreí viendo la pantalla y su nombre ahí, le echaba de menos, y eso que lo había visto casi todos los fines de semana en los que él podía venir a Seattle.

—Bambi—fue lo primero que dijo cuando contesté.

—Jonas—pronuncié muy suave.

—¿Ya estás con tus padres?

—Aun no, el metro va lleno y en cada parada bajan como cincuenta personas—exageré viendo a unos ancianos delante de mí.

—Que lástima que no estoy allá, pequeña.

—Si, es una pena, ni siquiera Campbell pudo venir por lo exhausto que quedó gracias a los exámenes finales—reí recordando la llamada con el rubio y su historia de la candidatura ideal para ser presidente.

—Que te digo que el piso está en completa paz desde ayer, lo único que ha hecho es dormir—agregó Nick.

—Hasta yo estaría durmiendo si mi madre no me fuese llamado... o me la pasara pendiente del portátil esperando los resultados de los exámenes.

—Ya te dije que vas a salir bien, no te preocupes por eso, Jul.

—Es que me duele la cabeza de solo imaginar que dejé la mitad del semestre, y con la lentitud de esta cosa también me duelen las nalgas—me quejé en voz baja.

—Si te sirve de consuelo yo estoy acostado y me siento muy bien.

—Gran consuelo que me das—bufé—. Deberías estar dándome unos be–

—Señorita baje la voz—interrumpió uno de los ancianos.

—Señor, estoy hablando con mi novio, discúlpeme—sonreí tratando de ser cordial y me concentré en la llamada—. Como te decía...

—¿Dijiste novio?—escuché la voz sorprendida de Nick y caí en cuenta de la naturalidad con la que le había dicho al anciano que hablaba con mi novio.

—Y-yo... ejem... fue por... error... no sé porqué... pero...—mordí mi labio inferior sin pronunciar nada coherente.

—Novio...—repitió el chico.

—Nick...

—Julie...

—Harris...

—No voy a caer en el juego, Jul—pareció recomponer su postura—. No sabía que era despistado hasta que te conocí.

—¿Tratas de decir que la culpa es mía?

—En su totalidad—contestó y se aclaró la garganta—. Julie, tenemos que hablar seriamente, yo...

—No digas más—cerré los ojos y busqué las palabras—. Que todo fluya, ¿no?

—Julie, trato de decir que–

Un otoño a tu ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora