Lo que soñamos

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(POV KUROKO)

Las palabras desfilaban ante mis ojos sin terminar de creer lo que leía. Mis dedos removían las hojas, una tras otra encontrando en todas, el mismo símbolo que representaba el prestigioso instituto al que asistía Akashi. Intenté que la sorpresa y el desconcierto no se reflejaran en mi rostro, percatándome de otros detalles que me habían pasado inadvertidos.

—Esto debe ser una broma —habló Aomine, agitando el folio en un gesto molesto.

Su ceño fruncido y su postura rígida eran suficiente para saber que la noticia le disgustaba. Una parte de mí podía comprenderlo, pero la sorpresa parecía sobreponerse o quizás era el traicionero alivio, lo que me impedía sentirme igual que él.

Hace solo una semana, Furihata y los chicos de segundo, me hicieron conocer su decisión de retirarse del club al terminar el año. ¿La razón? Deseaban concentrarse en sus estudios para ingresar a unas reconocidas universidades. Me sentía feliz por ellos, por verlos con tantos ánimos en su futuro y al mismo tiempo me sentía solo. Al igual que ellos, tenía un plan para mi futuro, un plan que se cerró abruptamente al entender que no tendría un equipo de baloncesto el próximo año.

Desde la partida de Kagami a América, escuché cómo le iba, los entrenamientos que les daban en las escuelas y la cantidad de partidos que uno podía jugar; antes de que me diera cuenta, me imaginaba soñando que también podría llegar al mismo lugar. Por el momento fue una idea soñadora que consideraba inalcanzable, hasta que empezó a cobrar solidez escuchando al moreno.

Aomine aseguraba que sería un jugador profesional, repetía varias veces las fechas de los campeonatos del próximo año; dónde tendría una última oportunidad para demostrar su potencial. Se imaginaba siendo llamado por algún entrenador de la NBA y si no sucedía de esa manera, estaba dispuesto a viajar por sus propios medios.

Debía reconocer que me encantaba su plan e imaginaba que podía hacer lo mismo, confirmando de esta forma que aquel era el futuro que yo también quería. Anhelaba con ser un jugador profesional, jugar el baloncesto por muchos años hasta que llegara la edad de retirarme y entonces me volvería entrenador.

Amaba este deporte, quería que fuera parte de mi vida. La esperanza que había perdido volvía a reavivarse con los papeles dentro del sobre, como si una pequeña oportunidad se abriera ante mi.

Tuve que regresar mi atención a lo que sucedía en cuanto escuché la delicada risa del pelinegro.

—Sei chan jamás bromearía con algo así —Reo se mantenía impasible, sin perder su sonrisa o el tono alegre.

Mis manos sostuvieron los documentos sobre mis piernas, el grosor de mi sobre era el doble que el del moreno, pero él no parecía haberse dado cuenta. Debía reordenar mis pensamientos rápidamente para encontrar una respuesta que tranquilizara la situación.

La silla a mi lado hizo un sonido chirriante al ser echada hacia atrás con brusquedad, alcé la mirada justo a tiempo para ver al peliazul apretando los labios, antes de lanzar su sobre sobre las hamburguesas. El movimiento ocasionó que una de las bebidas se volteara y pronto los papeles; como la mayoría de hamburguesas, quedaron cubiertos por el líquido.

Solo los clientes más cercanos y yo nos fijamos en la mesa, los dos que me acompañaban estaban ocupados enfrentando sus miradas.

—Vámonos, Tetsu —indicó el moreno, tomando su bolso de la silla, encaminándose a la salida sin girarse a confirmar si lo seguía.

El enojo de Aomine había sido más rápido que mi cerebro, y no sería algo sencillo tranquilizarlo. Saqué rápidamente una bolsa de plástico y guardé en ella las dos únicas hamburguesas que no se habían visto perjudicadas. Ignorar las miradas de los otros clientes, resultó ser una tarea mucho más sencilla de lo que esperaba, sobre todo cuando la mayoría de mis pensamientos giraba en torno al peliazul.

Nos vamos a RakuzanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora