(POV AOMINE)
Traía el cerebro quemado, con los pensamientos girando en torno a elaboradas preguntas de cálculo que saltaban a historia para terminar en menciones a temas de biología. Aquel examen era una cruel tortura que lejos de facilitarme la vida; separando las preguntas por asignaturas, me obligaba a detenerme a cada momento para impedir que se me cruzara lo aprendido sobre un tema con otro.
El sonido del tic-tac tampoco era de gran ayuda, pues me recordaba constantemente que cada pausa era un minuto menos para la siguiente pregunta.
Resoplé unas cuantas veces, frustrado por tener que escribir de forma legible y al mismo tiempo rápida. Reprimía el impulso de estrellar la cabeza contra la mesa, cada que pasaba de una pregunta de matemáticas para caer en algo de comprensión lectora. Pero, por sobretodo, luchaba contra el deseo de observar a Tetsu de reojo para saber cómo le iba.
Los siguientes 60 minutos fueron una carrera contra el tiempo que avanzaba a toda velocidad, hasta que el maestro golpeo una de las mesas, reclamando nuestra atención.
—El tiempo se ha terminado, dejen sus exámenes sobre la mesa —se acercó hacia mi mesa, tomando los papeles con la mirada sobre Tetsu—. Los llamaremos en un momento para empezar la entrevista, por favor, esperen en el pasillo.
Solo pensar que aún no terminábamos, me revolvía las tripas. Acaricié la posibilidad de darme a la fuga y abandonar aquel alocado plan de trasladarme, sin embargo, encontrarme con la expresión de ánimo del más bajo cuando abandonábamos el salón, me hizo recordar la verdadera razón tras todo este esfuerzo.
Debía aguantar un poco más y tendríamos toda la tarde para celebrar con nuestras familias.
—¿Estás bien, Aomine kun? —preguntó en cuanto me vio abrir la ventana, en busca del lejano sentimiento de libertad.
—Odio los exámenes.
—Sí, estuvo realmente difícil —se paró a mi lado, permitiendo que la brisa moviera algunos de sus mechones rebeldes—. Vi que te esforzaste, te irá bien.
El mal trago por haber hecho trabajar hasta las últimas de mis neuronas desapareció ante sus palabras. La forma en que las comisuras de sus labios se alzaban levemente, junto a la postura relajada con la que me observaba con absoluta confianza, bastaban para hacerme sentir más tranquilo.
Aún podía sentir el punto de tensión en mi nuca, pero mis ánimos parecían haberse restaurado dispuestos a enfrentar la siguiente batalla. Convencido de nuestra próxima victoria, apoyé una mano sobre su cabeza, despeinándolo suavemente al tiempo que dejaba escapar una sonrisa.
—Nos irá bien, Tetsu —le corregí.
Éramos ambos o ninguno y los dos lo sabíamos. Ser consciente de que él deseaba mi presencia en aquel lugar tanto como yo, era suficiente para mantener mis sentimientos contentos, reprimiéndolos de ambicionar más allá de lo que ya teníamos.
—¡Oh! ¡Miren quiénes están aquí! —interrumpió una tercera voz, familiar y alegre.
—Debe ser una jodida broma —mascullé por lo bajo, alzando la mirada en dirección a los recién llegados.
La expresión seria de Midorima contrastaba con la de su risueño acompañante que llegaba con un brazo alzado a modo de saludo. Reticente, liberé la cabeza de mi sombra, escondiendo ambas manos en los bolsillos mientras esperaba lo inevitable.
—Buenos días, Midorima Kun, Takao kun —los saludó Tetsu en cuanto se detuvieron frente a nosotros.
—Kuroko, Aomine —fue la escueta respuesta del de lentes.
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Nos vamos a Rakuzan
Fiksi PenggemarAkashi ha emitido una nueva orden para la Generación de los Milagros, sin imaginar todas las consecuencias que esto traerá. Nuevas aventuras les esperan a los chicos mientras van formando su futuro y el amor llega para reclamar su atención. Nadie di...